El problema no son los funcionarios sino quienes los dirigen, los políticos. Somos nosotros quienes lo hacemos bien, mal o muy mal –en el caso del ejecutivo socialista-, y ellos quienes dan la cara.
España tiene un problema estructural de duplicidad competencial, y otro coyuntural, el de un gobierno que toma decisiones equivocadas, que ha generado una situación de alarmante despilfarro, de la cual, los tres millones de empleados públicos españoles, no son culpables sino víctimas.