Celestino Corbacho debería marcharse a su casa. Hace años que no tenemos políticos sino una casta que algunos, como Enrique de Diego, llaman políticos parasitarios. Celestino, para bien o para mal, es el actual ministro del paro, la mentira, la mediocridad y la vulgaridad. Desde que llegó al Ministerio casi ha cuadruplicado el número de parados y el porcentaje de tonterías sin reflexión.
Su apellido rima con mamarracho que, sin duda, es lo que es. Como Zapatero rima con cuatrero, cero y sepulturero. Pero lo más llamativo de Celestino es que en sus números del paro no suma ni los incursos en EREs ni los que están haciendo cursos de formación. Decía Gassman, don Vitorio, que el teatro no se hace para contar las cosas sino para cambiarlas, pero ni Corbacho ni Zapatero son capaces de cambiarlas para bien. La ignorancia es muy atrevida como la insensatez es esa gran ignorada.
Hace poco ha recordado el periodista Enrique de Diego que «Corbacho en vez de irse a casa, encima se va a presentar a las elecciones catalanas, lo cual es un completo sarcasmo, un insulto directo a los votantes socialistas», lo que nos recuerda que las obras no se acaban sino que se abandonan, como decía Paul Valery.
Nos llama la atención que una persona como Celestino Corbacho vaya a cobrar durante dos años el 80% de la retribución ministerial. No sé si nos hemos vuelto locos, tontos o es que políticos de bajo calibre y mala fe se han propuesto metérnosla atravesada un día sí y otro también. Y es que a la vista de los resultados conseguidos por Corbacho, no hay duda que es un claro candidato para pagar, pero nunca para cobrar. Su baja capacidad de trabajo, y su nula iniciativa, le hacen candidato a no recibir votos en Cataluña, salvo que la ignorancia ‘logsiana’ vuelva a hacer de las suyas. Recordemos que Cataluña es una de las tres comunidades con peores resultados en el informe PISA y una de las regiones con peores resultados en el sistema educativo español.
No solo es precisa una Ley contra los Privilegios Abusivos, sino que debería continuar en vigor la famosa «Gandula»; es decir, la Ley de Vagos y Maleantes que el ‘abuelo Patxi’ aplicaba a quienes económica, política y socialmente eran improductivos, beligerantes y antisistema. Con ella hace tiempo nos hubiéramos librado de gamberros como ‘Nunca Mais’, insensatos y egoístas como el ‘sindicato de la Ceja’, parásitos del socialismo como los del ‘NO a la Guerra’, ‘mingalocas’ proclives a la guerra de Afganistán y la ‘izmierda’ radical de raíz tercermundista, entre otros.