Terrorismo: vieja preocupación.

La nula transparencia y el afán ocultista del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero no favorecen precisamente la recuperación de la confianza ciudadana. Hubo una época en la España democrática que el oscurantismo derivó en inexplicables crímenes de Estado, sin que nadie quisiera saber nada de las responsabilidades contraídas. Es más, no faltaron responsables políticos que declararon haberse enterado por la prensa, como si de la subida de la bolsa o de un acontecimiento diario más se tratara.

La calle suele ser sincera, excepto para decir a quién vota. Y cada vez se escucha en más tertulias políticas que estamos ante un Gobierno débil y de muy poco crédito, desde el momento que pro-etarras y batasunos campan a sus anchas en cada acto y mitin que organiza el brazo violento y negociador de la banda asesina. Tal actitud es un claro desprecio a la ciudadanía, a la democracia y al Estado de Derecho, por eso el terrorismo se ha convertido de nuevo en una preocupación ciudadana, por delante de la vivienda, la inseguridad, la educación y las drogas.

No hay más que recorrer las calles de Bilbao y San Sebastián, sobre todo, para comprobar que la ciudadanía vasca ha incrementado su desprecio durante estos últimos años hacia los protagonistas de la violencia callejera; detesta oír hablar de los presos etarras, a la vez que entre bambalinas y en ambientes de confianza pide el cumplimiento íntegro de sus penas; ha pasado de ver próxima y muy cercana la desaparición de la banda, a comprobar cómo desde el ámbito gubernamental de Rodríguez Zapatero – por miedo, compromiso o sumisión — se reanimó a la misma, insuflando inexplicable valentía y, en muchas ocasiones, amparado mediante fórmulas diversas.

Los comentarios que se escuchan a diario en las provincias vascongadas, hacen pensar que la angustia ha vuelto a atenazar al ciudadano y a dominar el enrarecido ambiente en buena parte del País Vasco. No muy diferente es la sensación que albergan muchos ciudadanos de otras provincias españolas, aunque en ellas no se llegue a mirar de reojo y con desconfianza al vecino, por si fuese un confidente, simpatizante o militante. Cada vez empieza a ser más evidente que el ‘cayuco’ del Gobierno que preside José Luís Rodríguez Zapatero navega con un extraño rumbo, donde la desorientación actual es su bandera y el caos será la playa donde puede quedar varado.

Ese sentir ciudadano, que cada vez parece más extendido, se ha podido ver reflejado recientemente en la línea editorial de varios diarios de tirada nacional. Se puede decir más alto, pero difícilmente más claro. Y es que el buen entendedor no precisa de largos preámbulos: “Que las baladronadas de Batasuna queden sin respuesta; que el director general de la Guardia Civil y de la Policía diga que no tiene constancia del rearme de ETA; o que el jefe de la oposición, (…), salga de la Moncloa sin obtener confirmación o desmentido respecto a las reuniones del Gobierno con ETA, siembran la preocupación en una ciudadanía que confiaba, meses atrás, en haber pasado definitivamente página respecto al terrorismo independentista”.

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