Radicalismo, represión e irracionalidad.

El acoso de los denominados antitaurinos  no es de recibo. Tampoco lo es la represión que ejerce el reseñado grupúsculo. Actúan en nombre de un nazismo incoherente que debió morir con el tiempo y se pronuncian al grito de un incomprensible victimismo e insospechados intereses,  escondidos tras las horteras banderas del independentismo, el radicalismo y la irracionalidad.  Sobre todo persiguen la abolición de la libertad de expresión del otro y se amparan en un soporte comunista, con ramalazo dictatorial heredado de la Rumanía de Ceaucescu. Donde alguno pueda pensar que hay abolicionistas, no hay más que representantes de la ignorancia más rancia y trasnochada.

Han llegado a desear la muerte de los aficionados a los toros. Han insultado como «asesinos» a quienes no piensan como ellos. Han comparado a ETA con el diestro de Ubrique. Son mandados de la sinrazón, saltinbanquis de la estupidez, consejeros de la mediocridad, catedráticos del odio y abanderados del clasismo decimonónico e intransigente.

Los antitaurinos hacen ruido, mucho ruido, aunque no les sirva de nada. Solo se les oye a ellos, aunque cada vez se les escuha menos.  Han dañado a Cataluña, pero ésta siempre fue dañada a lo largo de la Historia; todas las corrientes procedentes de Cataluña se frenan con elegancia y con el imperio de la razón en el resto de España, con lo que solo sufre quien menos resistencia tiene y más torpeza demuestra, caso de la comunidad autónoma catalana. Y ya se sabe lo que decía Esopo: «la rueda más estropeada del carro es la que hace más ruido».

Es cierto que son «tres y el del bombo» quienes increpan, insultan y denigran a quienes sí saben gestionar la libertad; prueba de ello es que hasta ahora han consentido a los ‘animalistas’ todo cuanto hemos podido contemplar, algo que deberían repeler para estar en el mismo plano y en igualdad de condiciones; claro que, actuando así, sería ponerse a su misma altura con lo que caerían en lo más vulgar e indigno de la persona.

Los aficionados a los toros han demostrado elegancia y respeto. Otros dicen que solo han demostrado cobardía, porque quien no es cobarde, no consiente que grupos de ‘fantasmas’ aventen la sábana a su antojo. El ‘animalismo’ represor se cree de vuelta de todo. Y ya se sabe lo que decía Machado: «Los que están siempre de vuelta de todo son los que no han ido nunca a ninguna parte».

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