Ha vuelto a cabrearse el bachiller ‘Pepiño’ Blanco, hoy ministro de Fomento con encargo puntual de paralizar obras públicas sobre todo en tres comunidades autónomas: Cantabria, Castilla-León y Valencia. Si hace unos días acabó enfrentado con el ínclito alcalde de Santander, porque éste le destapó el desprecio hecho a los santanderinos, ahora el ‘canciller’ Blanco se enfada porque le pisan el terreno en Melilla; sin embargo no reconoce la irresponsabilidad mafiosa del Gobierno de Rodríguez.
Ni los ministros del Ejecutivo ni Zapatero son capaces de solucionar problemas puntuales. Lo hemos comprobado a lo largo de las legislaturas pasadas. Otra cuestión bien distinta es crear problemas allí donde no los hay: en eso sí son expertos. Han conseguido que ‘estallaran’ bombas por simpatía en temas como la memoria ‘histérica’, el aborto, la educación, el burka, la igualdad de oportunidades, la enseñanza de la religión, el terrorismo, las relaciones con algunos Estados, el propio lenguaje en las comunidades autónomas,… No hay duda que si montan un circo les crecen los elefantes y encogen las jirafas.
El ministro de Fomento ha acabado haciendo lo que mejor se le da: insultar. Esta vez le ha tocado al ex presidente Aznar, pero ayer le tocó a González Pons y le tocará a cualquiera que haga las cosas con sentido común y a la vez demuestre la inutilidad de este Gobierno. Debería releer ‘Pepiño’ a don Ramón y Cajal para tranquilizarse, antes de que le demuestren su reiterada dejadez en temas de calado, por aquello de que «las ideas no duran mucho y hay que hacer algo con ellas».
El Gobierno ha demostrado en la cuestión melillense, además de dejadez, una clara vagancia que, sumada a su tradicional irresponsabilidad, da como resultado el desprecio al que someten otros Gobiernos a las ‘figuras’ del ‘belén’ montado por Rodríguez en Moncloa. Esa dejadez del Gobierno, y especialmente de Pepiño y de Moratinos, es una clara deslealtad a España y a los españoles.
Cuando quienes deben cumplir con su obligación se echan por la parte de afuera, dejando sus obligaciones que llevan aparejadas al sueldo, demuestran que hieren los intereses de España y que otros asuman lo que no les compete en primera instancia. El ex presidente Aznar, además de dar una lección de calado al Gobierno y al PSOE, ha abanderado la dignidad que el Gobierno socialista ha pisoteado durante estos años. Y lo ha tenido que hacer desde lo que no es su responsabilidad.
Ha actuado el ex presidente, Aznar, como ministro de Exteriores y como persona de prestigio en el ámbito internacional, donde a Rodríguez le han borrado hace tiempo; ahí tienen el rechazo de la cumbre que no quiso celebrar Obama durante la presidencia española. Bien claro lo ha dejado González Pons exigiendo al Gobierno las gestiones diplomáticas que sean precisas. A la desidia gubernamental de Rodríguez podía haberle explotado un «conflicto grave» en las manos, por su dejadez y desidia, lo mismo que le ha sucedido con la gestión de la crisis. Y todo por no hacer los deberes a tiempo.
Aznar no solo ha demostrado la inutilidad del Gobierno, sino que le ha pasado a gran velocidad por la izquierda. La miserable e incontrolada política de izquierdas que está llevando a cabo el Gobierno de Rodríguez solo puede llevar a salirse de la carretera en el momento que alguien se mueve. El Gobierno no puede conducir solo, va ‘soplao’, carece de reflejos y tiene la suerte de que siempre le socorre alguien a última hora. Esta vez los deberes de los ha hecho el ex presidente, José María Aznar.