Los docentes vuelven a ser los paganos.

El Gobierno de Rodríguez Zapatero se ha cebado con numerosos colectivos de la sociedad española, sobre todo con la clase trabajadora. Si bien es cierto que la responsabilidad de la actual crisis es del propio Gobierno, por su mala gestión, también es verdad que ésta la ha volcado sobre el colectivo de los trabajadores públicos, lo que no quiere decir que sea solo sobre los funcionarios.

La libre interpretación de lo que es un trabajador público queda a criterio de la Administración, como se ha visto con los trabajadores del Metro madrileño. Por cierto, la Comunidad de Madrid se ha bajado los pantalones, se ha acobardado y tan solo rebajará el sueldo de estos trabajadores en un uno por ciento. Han tenido suerte por depender de una Administración cobarde. Muy distinta suerte han corrido otros trabajadores públicos de todas las comunidades y, especialmente, los funcionarios docentes.

Los trabajadores docentes han sido, una vez más, los peor tratados; máxime cuando tales trabajadores llevan doce años de contención del gasto público en sus nóminas mensuales. Son muchos los años sufriendo subidas insignificantes en comparación con el resto de funcionarios; incluso podríamos catalogar esas subidas como miserables si se comparan con las subidas de los trabajadores de la empresa privada.

Los docentes han podido comprobar que siempre se les subía por debajo del IPC, cosa que no se hacía con los trabajadores de la función pública ni con los de la empresa privada. Para ‘compensar’ a los profesores, ahora tendrán que soportar bajadas de sueldo con porcentajes entre el 5% y el 7% por pertenecer a los grupos A1 y A2. Esta medida es un ataque frontal a la promoción profesional,  al mérito y a la categoría.

Con los datos en la mano, los docentes tardarán doce años en recuperar lo perdido. No tenemos duda respecto a que, cuando superemos la actual crisis –si es que se supera en un lustro– y pueda haber algún tipo de aumento, no subirán más porcentaje a quienes están pagando la crisis con su salario y el de su familia para que el resto de los trabajadores siga disfrutando. ¿Alguien se acordó de los docentes cuando las ‘vacas gordas’ campaban a sus anchas?

Los docentes y los trabajadores de la sanidad deben aprender a organizarse, como lo han hecho los trabajadores del Metro madrileño. Si estos últimos han demostrado que pueden tener en jaque a toda la comunidad de Madrid, no duden que docentes y sanitarios juntos -sin cumplir los servicios mínimos– pueden derrocar un Gobierno y parar una Nación.  Sirva el presente artículo como llamada firme a ejecutar tal medida. ¿Volverá a ponerse de manifiesto la cobardía sindical?

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