Pasado el tiempo, el Gobierno de Rodríguez Zapatero quedará para la Historia como aquel grupo de mediocres y ‘vaguetes’ que no hizo los deberes ante la crisis económica. Y no solo no los hizo, sino que llegó a negar la crisis, se atrincheró en la mentira, revivió el odio entre españoles — que ya había sido enterrado en la Transición — y acabó por dividir a la ciudadanía, así como protegió la corrupción de los suyos, poniendo en marcha el ventilador para los demás. Es decir, mostró la teoría y la práctica del ruin más desequilibrado; ahí tienen los ejemplos de la ley de la memoria ‘histérica‘ y la falsa – además de hortera — ley de igualdad del Ministerio de «Igual-Da».
El daño que este Gobierno de equivocados espermatozoides ha hecho a España, no tiene parangón con otras épocas de nuestra Historia. El mejor ejemplo de ello es comprobar que el paro ha alcanzado el 20,12% de la población en edad de trabajar. Y ahí no queda todo, pues sigue subiendo y se siguen destruyendo empleo a un ritmo muy superior al de la zona euro.
Puede ser una contradicción decir que hay mucho trabajo y que, a la vez, se destruye empleo. Sin embargo es así, muchas empresas tienen mucho trabajo acumulado y — pudiendo contratar gente — no lo hacen por la falta de confianza en el futuro cercano y por la falta de confianza en el Gobierno; un Gobierno capaz de decir una cosa hoy y, mañana, la contraria.
Digno de tener en cuenta, aunque dañino para España, es comprobar que las empresas extranjeras han cogido miedo a invertir en España; prefieren invertir en otros países, aun con menos ganancias, pero teniendo garantizada la estabilidad y la protección estatal. Es, sin duda, el peor estigma para un Gobierno que, además de roto desde hace tiempo, genera abundante rechazo y desconfianza.
Nadie debe llamarse a engaño. No solo el Gobierno ha generado esta situación de desconfianza y destrucción de empleo. También los sindicatos clasistas han puesto su grano de arena o, mejor dicho, su montón de arena. En vísperas del 1 de mayo es un buen momento para levantarse contra las manifestaciones sindicales del mal llamado Día del Trabajo. Cuanto antes dobleguemos a los sindicatos de clase, antes empezaremos a recuperar nuestro futuro.