Ya sabemos que la educación no está de moda, como sabemos que los políticos no son simpatizantes de los temas educativos, porque no se ven resultados a corto plazo. El político precisa de la foto puntual y no es dado a largos recorridos hasta llegar ahí, ya que corre el riesgo de ver en la foto a su sucesor y no recoger el grano sembrado.
La afirmación anterior no pasa de moda. Y tampoco debería pasar de moda el afán por trabajar y mejorar el sistema educativo. En España tenemos un problema o, mejor dicho, muchos problemas dentro de uno mayor. El propio sistema educativo ya es un problema de envergadura desde el momento que se divide en diecisiete actuaciones diferentes; en algunos casos muy diferentes y alejadas en cuanto a resultados y a trabajo de mejora.
En estas fechas están trabajando en nuevos cambios del sistema tanto el Consejo Escolar del Estado como la Conferencia Sectorial de Educación; en esta última está representado el MEC y todas las comunidades autónomas; es decir forman parte de la misma «todos los sistemas educativos» de nuestra España. Precisamente por esa intención de cambio es el momento de una reflexión serena y pausada. Una reflexión que exige la sociedad en general, pero sobre todo el principal pilar del sistema educativo: el profesorado. La época de las bravuconadas ya pasó, como pasó el momento de los experimentos alejados del sentido común.
Y si decíamos que los resultados son muy dispares entre autonomías, justo es resaltar los últimos datos de PISA. Según esos, Rioja y Castilla y León son quienes mejores resultados obtuvieron. Si el promedio de la OCDE es de 500 puntos, España alcanzó los 488; pero no se pierdan este otro dato: Castilla y León logró 520 puntos, lo que quiere decir que ocupa el puesto undécimo del mundo. Por poner un ejemplo: Andalucía está 50 puntos por debajo de Castilla y León. Tal diferencia es abismal si tenemos en cuenta los criterios fijados por la OCDE.
Cuando hablamos de equidad, de nuevo Castilla y León puede sacar la bandera del rendimiento acertado y del compromiso del profesorado con el sistema educativo. Tan solo el diez por ciento del alumnado está por debajo del umbral del nivel dos que es lo mínimo imprescindible que reconoce PISA. En el conjunto del territorio nacional estaríamos hablando del veinte por ciento por debajo del citado nivel dos.
Si bien es cierto que en tres años ha mejorado diecinueve puntos Castilla y León, nadie debe confundirse, pues el mérito es del profesorado y de las familias. No podemos consentir que la Administración usurpe el trabajo, el sacrificio , el desvelo y el rendimiento de los demás. Y no podemos consentirlo porque, además de ser injusto, sería algo así como lo que se conoce como «latrocinio social y puntual».
De todos es sabido que el consejero de educación de esta Castilla nuestra no es santo de la devoción de los analistas educativos, y mucho menos de los analistas políticos; precisamente por no adaptarse a ese perfil político que se exige al buen gestor que, dicho sea de paso, tampoco ha demostrado serlo, aunque no falten medios de comunicación dedicados a ‘bailar el agua’ a quien ocupa cargo de gobierno. Ahí tienen como ejemplo su huida hacia adelante en los casos de expedientes al alumnado, sobre todo cuanto ese no forma parte del régimen ordinario. Sin duda, el consejero y el avestruz actúan muchas veces al unísono; dicho sea con todo el respeto personal, pero desde el convencimiento y la experiencia en la comprobación de lo citado.
Castilla y León sí que ha actuado con sentido común en política educativa, lo que no quiere decir que sea originalidad de sus políticos, ni de la propia Consejería. Las propuestas han llegado casi siempre desde otras instancias del sistema, como son el propio profesorado y las organizaciones sindicales sectoriales. Entre tales organizaciones no incluimos a los conocidos como ‘sindicatos de clase’, más dados a la algarada que a la propuesta y a la planificación.
Ni siquiera las clases de refuerzo para el alumnado de primaria y secundaria son originales de nuestros dirigentes políticos, sino de un amplio informe de un grupo de profesores dedicados a la investigación, a la innovación y al desarrollo de programas orientados a la consecución de calidad y excelencia educativa.
Para no ser injustos, hemos de reconocer que el consejero, Juan José Mateos, aprende deprisa; de ahí que haya acertado al afirmar que el Éxito Educativo es el sumatorio de profesor más tiempo más esfuerzo. Mas tampoco ha sido original, pues la fórmula sumatoria es del mismo autor que definió la Eficiencia como el sumatorio de la Eficacia más la Efectividad.