En 2010 el Estado aportará más de veintitrés millones de euros para mantener sindicalistas que nada reportan a la sociedad. ¿Por qué no se pone una casilla en la declaración de la Renta para recaudar voluntariamente ese dinero? Vamos a darles la respuesta. Mientras que el dinero que recauda la Iglesia se emplea en ayudas al necesitado, el que reciben los sindicatos que se llaman obreros (yo los llamaría zánganos) es para que ellos sigan mamando de la ubre, disfrutando del burdel sindical y fomentando el circo laboral que ellos mismos han creado.
Por eso, y porque conocemos el mundo del sindicalismo desde todas sus perspectivas, invitamos al ciudadano responsable, comprometido, trabajador y honrado a declararse apóstata sindical. Pero, además, les invitamos también a que quienes paguen cuota a los sindicatos dejen de hacerlo y la empleen en ayudas humanitarias que redunden en beneficio de la ciudadanía. Solo así conseguiremos que se encauce el sindicalismo y se reforme la Constitución de 1978. Una Carta Magna que empieza a parecer carca y vulgar en muchos de sus contenidos y predicamentos, como en todo lo referente al sindicalismo.