El Gobierno de Rodríguez demuestra una caradura difícil de desmontar. Nunca antes habíamos conocido un Gobierno capaz de gastar dinero en aquello que no era necesario para la sociedad o para el desarrollo de ésta, si exceptuamos el último Gobierno de Felipe González; un Gobierno donde la corrupción y el engaño fueron el estandarte más habitual y deslucido.
Durante estos últimos meses también hemos podido comprobar que se malgastaban fondos públicos y se derrochaba en chabacanerías; incluso se daban millones de euros a manos llenas, tanto a asociaciones y organizaciones extranjeras de gays, lesbianas y demás ‘enrarecidos bichejos’ como a países con base dictatorial y represión abundante como Venezuela, Bolivia o Nicaragua. Y casi siempre ese dinero procedía de Ministerios oscuros e inservibles, como el de «Igual da» que preside la aprendiz de bloguera, Bibiana ‘Borrica‘ Aído.
Ahora le toca el turno a Celestino, ese ex alcalde que protegía la represión y el acoso a sus funcionarios por parte de otros funcionarios de más alto nivel, aunque de menor cualificación. Y decimos que le toca el turno, porque reparte el dinero a manos llenas con destino a la nada o, en muchos casos, a manos putrefactas. No se puede entender su campaña de casi diecisiete millones de euros en campañas institucionales del Ministerio de Trabajo e Inmigración.
Se mire por donde se mire es otra forma de demostrar que está desorientado, Celestino Corbacho, y que sus luces hace tiempo que se apagaron, para nunca más brillar. Permanece en el Gobierno de Rodríguez como un zombi, al igual que permanecen otras ministras cuyo cometido es lanzar ideas y opiniones circenses cada vez que al jefe del Ejecutivo se le ocurre una barbaridad y hay que taparla de inmediato.
Desde ‘The Economist’ se puso en duda la capacidad de España para abordar la presidencia de la Unión Europea y, Celestino, siguiendo las consignas del Mr. Bean español ha volcado dinero del Tesoro Público en una campaña desorbitada que, de haberlo hecho en crear empleo, muchos parados se lo hubieran agradecido. Pero no, Celestino ya solo tiene sombras, nubarrones con los parados y una deuda eterna con España.
Una prueba de que solo tienes sombras en su Ministerio y los alrededores es que, a pesar de los millones de euros gastados inútilmente y de la subida del apartado de publicidad durante 2009, la gestión y los resultados del ministro, su equipo y su Ministerio es nefasta, por no decir catastrófica.
Estamos ante un ministro que merece dos bofetadas, aunque sean con matiz digital. Su tiempo ha pasado; pero lo peor es el daño que ha hecho al Gobierno de España, a la ciudadanía y al ámbito laboral. Solía decir Lyn Yutang que «no podemos admitir que el arte de vivir degenere en el simple negocio de vivir».
The Economist y The Wall Street Journal recibieron muchos millones del Tesoro Público, procedentes del Ministerio de Economía, para la campaña donde había que dar a entender aquello de “Confiamos en España”. Pero eso era en 2008, momento en el que aún se vivía de las rentas y del ahorro del Gobierno Aznar. Y era un momento en que la crisis no se había manifestado en toda su intensidad. Lo que ahora sucede en el Ministerio de Celestino es de juzgado de guardia y, posiblemente, de corrupción encubierta. Al tiempo.