La ministra se hizo eco del desaguisado de los presupuestos, en nombre del presidente del Gobierno. Y lo hizo con balbuceos, cara de susto, meneo de cola, victimismo extremo, estupidez avanzada y torpeza no calculada. Llevó sobre sus espaldas toda la carga de mediocre machista que soporta Rodríguez Zapatero.
Los irresponsables planteamientos de la ministra llevaron a Rajoy al sarcasmo que tanto echamos de menos en la tribuna parlamentaria. Lea, señora ministra, los discursos de don Antonio Maura, la elegancia de Castelar, la fluidez de Adolfo Suárez, la chispa de Felipe González, la agudeza de Pi y Margall o la seriedad británica del ilustre y admirado ex presidente Aznar.
Déjese de machismos y otras cobardías, y estudie el papelón que le ha caído encima por abusar de una ignorancia que ni usted sabía que le era connatural. ¿También soy machista por decirle la verdad y llamar rosado al vino clarete? No sea estúpida, señora Salgado, y trabaje de una vez.
Deje de rascarse allí no nadie ha indagado ni indagará jamás. Puede estar segura.