Decía Pío XII que el pecado del mundo de hoy es haber perdido la conciencia de pecado. Algo así parece haber querido decir el burgalés, Octavio Granado, secretario de Estado de la Seguridad Social. Y eso no es para que alguien se alarme. Ha llamado a las cosas por su nombre, como se suele hacer en Castilla desde la inauguración de la noche de los tiempos.
Ahí es nada. Ha dicho en público lo que muchos repiten en privado y, algunos, reiteran cada día: sobran funcionarios. Suponemos que, cuando alude Granados a los funcionarios, se habrá querido referir a esa variante de tal colectivo que son los “funcioneros”; es decir, aquellos que llegan, fichan y desaparecen por la ciudad hasta la hora de fichar la salida del trabajo. Hay diferencia, aunque muchos lo desconozcan.
La crisis nos rodea por todas partes, pero en la Administración no parecen darse por aludidos. Suelen ser amplios y constantes los recortes en la empresa privada, pero la Administración pública es un vergel, donde se vive, crece y muere. Mientras sobran funcionarios de la Administración pública por todas partes, faltan docentes (otro tipo de funcionarios, pero sometidos a gran presión y peligrosidad social) en la mayoría de los centros y el profesorado se ve obligado a multiplicarse más de lo que puede. Dicha falta se ha convertido en mal endémico.
El secretario de Estado de la Seguridad Social ha dado en la diana. Ha cantado bingo y va a salir en hombros no tardando. Ha dicho lo que dicen muchos. Ha dicho lo que quieren escuchar los más. Ha reiterado su descontento sobre la contratación de personal en la Administración. Lo que no entendemos es que haya tenido que marcharse a la UIMP; es decir, a la más internacional de nuestras universidades, la Menéndez Pelayo, la flor y nata del MEC, junto con la UNED, para anunciarlo a todos los vientos.
“El impacto de la crisis en el sistema de la Protección Social” ha sido el seminario donde Granado se ha explayado a su gusto e intención. Era una consigna ministerial, y del propio presidente, para conocimiento de los mortales. También hay quién dice que es otra forma de distraer al personal y desocupar de temas que horadan al Gobierno cada día. Sea como fuere, el mal o el bien están hechos. Sobran funcionarios de la Administración pública, pero de los de ocho horas.
Cuatro horas de trabajo y cuatro de holganza, ha dicho el viceministro y secretario de Política Económica y Empleo en la Ejecutiva socialista. Prescindir de buena parte de los funcionarios de la Administración se considera una medida anticrisis. No tardaremos en ver salir funcionarios con el petate; aunque no de forma directa, sino enmarañando sus destinos, concursos de traslados y ejecutando traslados forzosos. Y que nadie lo dude: los sindicatos aplaudiendo con las orejas y abanicándose con la ignorancia. Una vez más sufrirá la clase trabajadora.
«Hay puestos de trabajo cubiertos a jornada completa que en la práctica son parciales enmascarados». ¿Más claro? Pero también en las autonomías hay puestos donde el horario se distribuye, a partes iguales, entre el ‘curre’ propiamente dicho, la holganza y la cafetería. Lo hemos vivido en la Consejería de Educación de la Junta de Castilla y León, así que no duden de ello, pues no nos lo han contado graciosas sirenitas.
«Contratamos para ocho horas sabiendo que van a estar cuatro tocándose las narices y luego cuatro trabajando, porque realmente el trabajo que necesitamos es de cuatro horas», ha rematado Octavio Granados. Fiel a Castilla y a la realidad de la Administración pública, ha levantado la bandera y no tardarán otros en pintarla. Al tiempo.
Decía un socialista que fue presidente de la Confederación del Ebro, que ellos con los funcionarios «hacían labor social», pagaban aunque trabajasen