Lo «cojonudo» sigue siendo lo bueno y lo «coñazo» resulta que es lo malo. Al menos eso se desprende del lenguaje de muchos de los cargos socialistas que, dicho sea de paso, se han convertido en cargas para la sociedad. Lean informes, discursos y afirmaciones del socialismo a la española y comprobarán que aún no han sabido, ni conseguido, ajustar o limar el lenguaje.
Están a medio camino entre las afirmaciones y las realidades. Y a eso se llama: mentir, actitud muy propia de esa barata izquierda que olvida al ciudadano y vulgarmente decora medida sociales, orientadas al gasto excesivo y claramente declaradas sectarias.
Rodríguez dice tener especial confianza en las mujeres. Igual que dice sentirse feminista. Y lo dice sin ruborizarse; claro que, de igual forma, sus correligionarios dicen que es un tonto mal informado y peor asesorado, o que da excesivas muestras para que le llamen enfermo.
El colmo de la insensatez ha sido afirmar que cuanto más conservadoras son las instituciones, menor es la presencia de la mujer. Ahora sí que está ‘colocao‘ o ‘fumao‘. Nos ha acostumbrado a que detrás de una afirmación, inmediatamente llega una tontería.
Ha convertido el Gobierno en un circo mediático y, gracias a tanto desaprensivo comemos y bebemos muchos políticos, periodistas, humoristas y analistas. Y, por añadidura, se divierte la ciudadanía.
Para algunas de sus afirmaciones se suele rodear de ‘sus muñecas’, adiestradas para reír sus permanentes sandeces y acompañarle en sus risitas desajustadas. Con la cantidad de errores que cometen desde sus atalayas ministeriales, han conseguido igualarse a los hombres: lo que significa que la igualdad se ha logrado. Y precisamente, por eso, la ciudadanía ha acabado por considerarlas muñecas ‘chochonas’ de tómbola, en vez de gente seria y respetable. Por ello se nos llamará machista. ¿Y qué? ¿Qué sabe el ignorante?
Resulta que el talante era reír ante todo, aunque no venga a cuento. Riendo como ríe Rodríguez ante insignificancias, eso quiere decir que puede desternillarse sin sentido al paso del féretro de una víctima del terrorismo o ante los destrozos de un atentado, como los que ahora se ocultan por los medios de comunicación socialistas o lo que se ha hecho desaparecer para que no se llegue a no se sabe dónde.