En memoria de Gregorio Ordóñez

Sabía que Regina Otaola, alcaldesa de Lizarza, deseaba abandonar el Partido Popular por el trato vejatorio que sufrió su amiga y confidente María San Gil. Lo que no sabía, aunque algo intuía, es que María San Gil seguía trabajando en la sombra para que los valores intrínsecos del partido no se perdieran. De alguna forma, María siempre tiene presente la memoria de Gregorio Ordóñez, a quien vio asesinar mientras le acompañaba.

Precisamente — y después del miserable y despreciable trato que le dieron Alicia Sánchez, Lassalle, Soria y Alfonso AlonsoMaría San Gil viene a demostrar lo que muchos sabíamos y otros tantos ignoraban. No sé como va a jugar la partida Basagoiti, pero no le va a ser fácil reconquistar lo que el PP vasco ha perdido. Ahora está rodeado de trepas, miserables y ‘vendidos’, mientras que ha perdido lo mejor, lo más sano y más comprometido.

María pidió a Otaola que «siguiese adelante para defender dentro del partido lo que creo y lo que pienso». En el PSOE se hubiera considerado como una heroicidad; en CIU se hubiera hablado de estandarte de la dignidad; en Izquierda Hundida (creo que ya no hacen falta comillas) como verdadera resistencia y, sin embargo, la cobardía ha atenazado al PP y no lo han sabido ver, ni juzgar, ni admitir. Pero María San Gil no ha hecho más que dignificar la ética que todos sabíamos que tenía. Bueno, todos menos su partido y los “mamporreros” que rodean a Rajoy, estilo Lassalle, Sánchez y Soria.

La alcaldesa de Lizarza ha vuelto a ponerse en su sitio. Donde los socialistas se meten bajo las faldas de la mesa camilla y los ‘peperos’ han demostrado que tiemblan o el PNV procura mantenerse a distancia por su ‘hermanamiento’ independentista con ETA, Regina Otaola levanta la cabeza, mira al frente y avanza con soltura y valentía, pese a quien pese.

“Yo sería partidaria de cadena perpetua y punto”, ha dicho en lo referente al asesino Iñaki de Juana Chaos. Pues claro, Regina, y muchos españoles de bien también. Y lo ha dicho con dos cosas en su sitio, brindando a la grada y, si se tercia, amedrentando a Chaos, si se atreve a salir a la calle Carlos I. Ésta es nuestra Regina en esencia, en fortaleza, en credo, en dignidad y en elegancia política.

Son así las chicas del PP y otras que no son del PP. Ahí tienen a Regina, a María, a Maite Pagaza, a Rosa Díez,… Todas juntas y en una misma formación serían la envidia en la lucha contra ETA. Nos sobrarían ‘Pepiños’ culturados, estúpidos ‘Lassalles’, ‘Sorias’ trepas, hipócritas Llamazares y ‘arrastradasSánchez-Camacho. Muchos y muchas han hecho el ridículo en el Partido Popular con motivo del caso María San Gil. Y quede claro que no nos olvidamos de Pedro Altuna, insigne caballero, fiel a los valores del PP y testimonio vivo del pensamiento del ínclito Gregorio Ordóñez.

Estamos convencidos que Gregorio Ordóñez, allá donde esté, habrá brindado por la valentía de San Gil, de Altuna y de Otaola; pero también habrá observado la cobardía y miseria de la que se ha rodeado Mariano Rajoy. ¿Para eso trabajó, luchó y arriesgó tanto Gregorio Ordóñez?

Estamos convencidos que, aunque hubiera conocido Ordóñez la cobardía que decora el estandarte del PP, él hubiera sido, como lo fue, fiel a sus principios y a su causa. ¡Qué pena que no esté entre nosotros, no solo para dignificar a su partido de tanto miserable, sino también para correr a gorrazos a tanto cobarde y tanto cafre como tira la piedra y esconde la mano, sin saber el daño que hace!

Regina Otaola va sobrada con toda la dignidad que lleva dentro, y es mucha, por eso está convencida que la dirección del PP debería de haber estado con María San Gil «…arropándole, tenerle más en cuenta porque ha sido una de las líderes más importantes del PP, el partido le ha sacado todo el jugo posible, en la campaña electoral no ha parado».

Y como a las personas ridículas siempre hay que ridiculizarlas, ahí tienen lo que ha dicho la alcaldesa de Alfonso Alonso: «ha habido algunas personas de este partido que no la han tratado (a María) con la justicia que se merecía». Aquí tiene Rajoy una lección y cuanto más tiempo tarde en prescindir del alavés Alfonso Alonso, más ridículo se sentirá en su propio partido y más seguros estaremos los demás de la cobardía que anunciamos y propagamos. Al fin y al cabo, un cobarde más en las filas del partido no se nota entre tantos.

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