“Hay que atentar contra el Partido Popular, pero que nadie toque un pelo a mis socios, parientes y amigos de coalición: PSOE, PNV, EA, IU y Aralar”, se supone que ordenó Garikoitz Aspiazu, “Txeroki”, al comando Donosti.
Evidentemente el entrecomillado nos lleva a un punto de exageración, pero viene a reflejar parte del contenido anunciado por Garikoitz. Y digo parte, porque el contenido de la expresión real pone la ‘carne de gallina’ al incidir en que “… en ningún caso, se atentase sobre miembros del PNV, IU, EA y Aralar”. Todos los primos carnales y parientes próximos dejaban de ser perseguidos por ETA. Desde ese momento, el PSOE acompañaba a ERC en el santuario del perdón etarra. Ver para creer. ¡Joder, qué tropa! que diría el Conde de Romanones.
Una vez más el Partido Popular parece cargar con toda la responsabilidad frente al terrorismo, aunque esa sea compartida por la AVT, muchas otras asociaciones y el Foro de Ermua. Bien es verdad que este último, desmerecido y ninguneado por el Consistorio del pueblo del mismo nombre. Un Consistorio atenazado y acobardado ante las firmas de un puñado de ciudadanos, presuntamente proclives a la negociación con la banda y apuntalados por un alcalde socialista que hace tiempo perdió el horizonte por obedecer las órdenes de su enfermizo y patético ‘Bambi’.
“La organización me había marcado directrices generales y otras más particulares”. El pistolero Lerín lo cantó todo, acobardado y asustado, como suele ser habitual en los miembros de ETA, enaltecidos y embrutecidos en el calor del grupo, pero ‘desinflados’ ante la Justicia. La misma situación se ha dado con el etarra capturado, Aritz Arginzoniz, hace unas horas en Santander: cobarde, aturdido y dispuesto a confesar cuanto antes; ha cantado, nombre a nombre, el de todos sus colaboradores y el de su barragana. Eso sí, suelen aparecer envalentonados en la pecera de los Juzgados y ante el aplauso de sus iguales que presencian los juicios en la sala. Pero cuando regresan a sus celdas, y se acompañan de la cruda y diaria realidad, se derrumban como miserables y despreciables piltrafas humanas que son.
Se suele decir que la fanfarronería del terrorista es infinitamente más fascinante que la inteligencia. La inteligencia tiene sus límites, la fanfarronería no.