El presidente del Gobierno tarda demasiado en dar la cara. GARA sabe el camino para hacer daño y lo va a contar todo, con especial atención a las intervenciones de Eguiguren. El diario proetarra se lo está tomando en serio, no deja de dar detalles y juega con cartas marcadas. Ahora mismo Rodríguez está aguantando el chaparrón, sobre todo desde que se comprueba que el Gobierno y ETA reanudaron las negociaciones tras el atentando de Barajas. Tres meses antes, Rodríguez Había declarado roto el proceso y eliminado todo contacto con la banda asesina.
Todas las sospechas de la ciudadanía se están confirmando, con el agravante de que el presidente del Ejecutivo negó en todas ocasiones que se estuvieran celebrando encuentros con ETA. Negación de la que hicieron uso reiterado el ministro del Interior y la vicepresidenta del Gobierno. La conclusión no ofrece dudas: o están descoordinados entre los miembros del Gobierno o la mentira y el engaño son estrategia y metodología de trabajo para el Ejecutivo. Apenas tres meses después del “accidente” de la T-4, el Gobierno decidió reiniciar el ‘proceso Rodríguez’.
Volvemos a apreciar engaño cuando ETA alude a los “dos principios consensuados en 2005”. Esos principios eran el “acuerdo político” y la “distensión bilateral”. En ambos casos, el presidente Rodríguez estaría desactivando el Estado de Derecho, por cuanto la citada distensión implicaría que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado miraran para otra parte y la Fiscalía se dedicara al juego del parchís, mientras el entorno etarra campaba a sus anchas. ¡Menuda hoja de ruta para Rodríguez!
Lo que menos le preocupaba al Gobierno era el desarme de ETA. En esta cuestión parece que los enviados por José Mª Aznar iban en la misma línea. Mientras los políticos elegidos por el pueblo no quieren que se desarme ETA (“No se pide un desarme”), quien pone el poder en sus manos repite constantemente la necesidad de que ETA entregue las armas y cumpla íntegras las penas. Una de dos: sobra el pueblo o sobran este tipo de políticos. Y como el primero es el depositario de la soberanía nacional, está clara cuál es la parte desechable.
También sorprende el afán del Gobierno por conseguir el comunicado de ETA a toda costa, a cambio de “legalizar a la izquierda abertzale y reactivar la búsqueda del acuerdo político”. A cualquiera se le ponen los pelos de punta. ¿Pero es que alguien le ha dicho al Ejecutivo que el Estado de Derecho está en venta? ¿En qué enfermizo mercadeo se ha metido Rodríguez? Si ya es una aberración la propia negociación — tal y como se ha hecho — ese tipo de canjes, acompañado de oscuros y vergonzosos compromisos sacan a la luz el ‘pelaje moral’ de los negociadores y de quienes las apoyan.
Si Rosa Díez ha dicho que el presidente debe explicarse largo, tendido y con claridad, otros muchos socialistas de su entorno ven en Rodríguez un personaje enfermo, sonado y asustado. Seguramente en este momento no acude al Congreso a dar explicaciones porque sabe que carece de la credibilidad necesaria entre la población, así como que GARA es más creíble que el Gobierno. Triste para todos, pero ahí están los hechos. La escena habla y hasta los ‘titiriteros’ callan.
Rodríguez es consciente de que es presidente por accidente y de que por un “accidente” pueden ponerle ‘de patitas’ en la calle, de ahí que todas las pretensiones de sus enviados vayan encaminadas a retrasar las “acciones violentas de ETA”. Extrañas pretensiones, cuando lo que procede es derrotar a la banda y que el cese de atentados sea de una vez y para siempre.