‘Pepiño’ Ibarretxe
Hay gente que no sabe si mata, hiere o espanta cuando habla. Saca la lengua a pasear y lo mismo la deja correr, que pasear o trotar. Acostumbra a jugar con las ideas y las aventan sin sentido una y otra vez. “Flirtear con las ideas cuanto queráis, decía A. Graf; pero en cuanto a casaros con ellas, andad cautos”.
Cualquier persona seria sabe que hay dos personas del ámbito político español que flirtean con las palabras, porque apenas tienen ideas y, las que tienen de Pascuas a Ramos, son pocas y de corto recorrido. No saben qué hacer con ellas. Más bien intentan jugar con las mismas y éstas, a veces, rebotan contra sus editores. Me refiero a la actual vicepresidenta del Gobierno Rodríguez y al siempre risueño, divertido y candongo, ‘Pepiño’ Blanco, don José.
Si algún ciudadano quiere divertirse de verdad no tiene más que escuchar a ‘Maritere’, la vicepresidenta del Gobierno Rodríguez: empezó la legislatura hablando, pero va a acabarla rebuznando. Un claro ejemplo es su desprecio a la oposición y su falta de respeto al prójimo. Nunca se ha visto a un cargo institucional decir que “desprecia” a la oposición ¿Se ha preguntado esta señora — perdón si no lo es — qué piensa de ella la oposición y la ciudadanía? ¿Cuántos españoles apagan la televisión ante el repudio a su persona e imagen? ¿Dónde se ha visto que un personaje público insulte a la ciudadanía? ¿De qué árbol se ha caído esta doña? ¿Acaso se cree la reina de Maputo Imperial?
El sueldo de ‘Maritere’ sale del ciudadano. Por eso no hay que consentirle tantas estupideces los viernes tras el Consejo de Ministros. Cada vez se parece más a su jefe: lo mismo le da mentir, que atropellar dialécticamente o esputar barbaridades. La ‘vicecasitodo’ no quiere ver el ataque a los símbolos patrios y utiliza un vulgar mecanismo de compensación consistente en echar la culpa al primero que pasa por la puerta. Acabará pensando que es el PP quien quema banderas, efigies monárquicas, cajeros automáticos o vehículos.
Alguien debe recordar a ‘Maritere’ que su jefe abrió la caja de los truenos y son ahora los cachorrillos de sus comparsas de Gobierno quienes asaltan los Consistorios para arrancar banderas, quemarlas y aprovechar para insultar y amenazar a decididas y valientes alcaldesas que cantan las verdades a los violentos y a los ladinos y escurridizos socialistas de norteñas tierras. ERC, PNV y ANV son los responsables de crispar la vida nacional, mientras el Gobierno del PSOE ríe sus gracietas desde su propia irresponsabilidad, inutilidad, desprecio y repetida cobardía. Siniestros personajes como ‘Roviretxe’ e Ibarreche se muestran crecidos, una vez comprobado el amilanamiento, pusilanimidad e incompetencia del presidente por accidente.
Casi todos hemos padecido a la ‘vicecasitodo’ del Gobierno más mediocre y descoordinado de la democracia. Se ha pasado gran parte de la legislatura insultando a la ciudadanía, mientras acariciaba al pueblerino nacionalismo, obviaba al independentismo y atizaba a la oposición de los populares; aunque alguna vez con razón, sobre todo cuando el ‘niño’ Acebes acometía sin sentido, rodeado de ignorancia y desinformación. Pese a ello, pocas veces ha demostrado altura de miras doña ‘Maritere’, más dada al trapo y al sapo que a las ideas.
Y como rara vez camina solo un despistado, en este caso despistada, surge de repente con su mal pensada opinión, un atolondrado de la política. El rey de las barbaridades y las estupideces mediáticas: el bachiller ‘Pepiño’. El secretario de organización del PSOE, nombramiento con toda la ‘recoña marinera’ del mundo, echa la culpa a Aznar y al partido de Rajoy del paso dado por Ibarretxe. Ha llegado a decir, sin duda por desinformación e ignorancia, que “el Plan Ibarretxe se gestó cuando Aznar era presidente del Gobierno y se desactivó” al asumir la presidencia el actual presidente por accidente. El bachiller ‘Pepiño’ es peligroso en sus pensamientos, por insulsos y dignos de mofa, y es capaz de negar la pizarra de Suresnes al propio Alfonso Guerra. Aún no le han enseñado a don José que, como bachiller irreverente, tras una estupidez ha de procurar una seria reflexión. Pitágoras hablaba de la importancia de educar a los niños para no tener que castigar a los hombres. Y ‘Pepiño’, con su bachiller a cuestas, merece un castigo democrático por sus extemporáneas y frecuentes estupideces.