«Un tonto ilustrado es más tonto que un tonto ignorante». Y éste es el caso de Jordá.
Eduardo Jordá
«Si alguien ha crecido en una ciudad luminosa como Palma, las calles estrechas de Valladolid le producen una incómoda sensación de ahogo. Uno se imagina a las solteronas espiando tras los visillos, al señor cura yendo a comprar papel de liar cigarrillos y comida para el perro, al boticario leyendo novelas pornográficas en una habitación cerrada con llave, y al registrador de la propiedad apuntando desde su despacho, con su nueva escopeta de caza, a las mujeres enlutadas que salen de misa. Valladolid no es esa clase de sitio en el que uno desearía nacer. Pero hace falta mucho talento para construir un mundo narrativo con esas ciudades provincianas y con el áspero medio rural que las rodea. No es fácil escoger como personajes a los seres que nunca llamarán la atención por nada de lo que hagan. Y tampoco es fácil elegir como paisaje exclusivo de una obra la desnudez casi cubista del campo castellano».
FUENTE: Diario de Mallorca
NOTA DEL EDITOR.- Se suele decir que la ignorancia es muy atrevida. Todavía quedan desorientados y vulgares atrevidos que escriben sobre Valladolid sin conocer la ciudad ni su provincia. Pero eso es lo de menos; se trata de hacer daño, como sea, pero hacer daño.
Y aquí tienen el ejemplo de un ignorante mallorquín que, en su afán de lucimiento al escribir sobre nuestro admirado, Miguel Delibes, ve cómo le patinan las neuronas, se le aturulla el pensamiento, emborrona la literatura con su torpeza y acaba miccionando fuera del tiesto.
Decía Rojas que «vale más una migaja de pan con paz que toda la casa llena de criadas con rencillas». Nos quedamos con la honradez de León de la Riva pucelano frente al latrocinio de la tal Munar mallorquina.
A este Jordá lo que le pega al dedillo es el dicho de Molière y es que «un tonto ilustrado es más tonto que un tonto ignorante».