Sabía que Regina Otaola, alcaldesa de Lizarza, deseaba abandonar el Partido Popular por el trato vejatorio que sufrió su amiga y confidente María San Gil. Lo que no sabía, aunque algo intuía, es que María San Gil seguía trabajando en la sombra para que los valores intrínsecos del partido no se perdieran. De alguna forma, María siempre tiene presente la memoria de Gregorio Ordóñez, a quien vio asesinar mientras le acompañaba.
Precisamente — y después del miserable y despreciable trato que le dieron Alicia Sánchez, Lassalle, Soria y Alfonso Alonso – María San Gil viene a demostrar lo que muchos sabíamos y otros tantos ignoraban. No sé como va a jugar la partida Basagoiti, pero no le va a ser fácil reconquistar lo que el PP vasco ha perdido. Ahora está rodeado de trepas, miserables y ‘vendidos’, mientras que ha perdido lo mejor, lo más sano y más comprometido.