Crisis en el moribundo partido de Rajoy
Nos da pena escuchar a Alfonso Alonso y comprobar que todo él es una contradicción. Lo que ayer decía no entender, hoy resulta que es una crisis en toda regla. Esa es la tónica de Mariano Rajoy; se ha rodeado de trepas, inexpertos, verdes asesores, ‘lanzallamas’ de la dialéctica, saltimbanquis del sentido común, catedráticos de la estupidez,… y ahí están las consecuencias.
Han tenido que pasar varios días para que Alonso admitiera la crisis de su partido, como si no hubiera sabido interpretar la realidad que afectaba al Partido Popular, lo que le invalidad para asesorar a un presidente. Al final ha dicho lo que todos sabíamos, pero que convierte al PP en un partido blando y retrógrado; es decir, para él la única solución es la “recuperación de la confianza”.
¡A buenas horas, mangas verdes! Pretende que se recupere la confianza después de haber colaborado en el insulto y el menosprecio a María San Gil. Ahora, justo cuando lo ven todo perdido, se arrodillan ante la desesperanza. Ni el maltrecho y mediocre líder del PP, Mariano Rajoy, ni la presidenta de los populares vascos, María San Gil, pueden recuperar la confianza. ¿Por qué? Pues porque Rajoy autorizó el menosprecio y el intento de hundimiento de San Gil por cualquier medio.
Muy ignorante tiene que ser María San Gil para aceptar la entrevista con Rajoy, después de la que ha caído. Solo cuando se han acongojado en la cúpula del Partido Popular han reaccionado. Son conscientes de que si María se va del partido – y debería irse sin despedirse y dando un portazo – se pierden buena parte de los valores defendidos durante estos años pasados, el convencimiento de que hay que derrotar a ETA, el sentimiento de lucha contra el terrorismo y la memoria de gente admirable como Gregorio Ordóñez, Miguel Ángel Blanco y tantos y tantos héroes del PP que dieron su vida por las libertades y contra el terrorismo.
Desde mi punto de vista no tiene sentido que María San Gil continúe en el Partido Popular. Mariano Rajoy ha querido borrar la memoria de Gregorio Ordóñez. Alguien debió decirle a Mariano que María San Gil aún mantiene viva la luz de aquel hombre empeñado en recuperar la libertad con mayúsculas y en trabajar por el bienestar del pueblo vasco. No hay duda que — conocidos los sacrificios, empeños y riesgos de gente comprometida como Gregorio Ordóñez – los actuales trepas y estúpidos ventajistas como José María Lassalle y Juan Manuel Soria serían candidatos a un sopapo por ridiculizar a quien más ha luchado y aguantado contra el terrorismo.
Nadie entiende la idiotez que predica Juan Manuel Soria respecto a que “la oferta política del PP vasco debe ser amable y apelar también a los votantes nacionalistas”. Creo que ni siquiera él lo entiende. ¡Así le cubre el pelo a Mariano! Nunca un líder de derechas en la Europa moderna se rodeó de mayores incompetentes, ni de miserables de tal calibre. Se han convertido en la ruina del PP, con el consentimiento de Rajoy, el silencio de los barones ‘peperos’ y el susto de los ‘sorayos’ de ocasión.
Tampoco es fácil de entender el planteamiento de Leopoldo Barreda, portavoz del PP en el País Vasco, cuando dice que «nadie cuestiona el liderazgo de San Gil, pero es evidente que yo tengo confianza en Rajoy y, como yo, la mayoría del partido». ¿Por qué no entiendo a Barreda? Pues porque hace tiempo dijo a sus cercanos que María ocupaba demasiado espacio; vamos, que hacía sombra a todos. Su intención era la de un mal compañero y un peor socio. Su mirada le delata y su envidia hacia San Gil le incomoda.
Tampoco acierta Leopoldo cuando afirma que “la mayoría del partido confía en Rajoy”; él sabe que no es así, como sabe que si María se va, tras ella se marcha gente como Regina Otaola, que ha dado ejemplo de saber hacer, aunque también sea otra de las personas ‘atacadas’ por Barreda. ¿Qué tiene Leopoldo para que le moleste que le hagan sombra dos mujeres con dos ‘formatos’ como los del caballo de Troya? En una palabra: tienen lo que él y muchos como él no han demostrado tener en los momentos más duros y cuando los asesinos de ETA han hecho acto de presencia.
No hay duda que el PP atraviesa por una crisis sin precedentes, desde aquellos tiempos en que Antonio Hernández Mancha pretendió poner orden en el partido. Alfonso Alonso ha reconocido que «lo importante de los problemas y de las crisis es que tengamos la inteligencia para resolverlos y para salir adelante». Sin duda, es una afirmación excesivamente superficial para los tiempos que corren en el PP.
Yo le diría a Alonso que lo inteligente es no crear absurdos problemas para no tener que buscar soluciones tardías. Ahora mismo, el PP está en una situación de quiebra y Rajoy no está legitimado para pedir un acercamiento o una reflexión a María San Gil. Y menos aún después de haber autorizado su ‘caza y captura’ para silenciar su negativa a ‘txikitear’ con los nacionalistas, que tanto apoyo han brindado a ETA y a su entorno durante tantos años.
Solo la inmadurez de Alfonso Alonso puede llevarle a pedir, tanto a Rajoy como a San Gil, que trabajen por la unidad. Para Alonso, el objetivo del PP es «supeditar las diferencias a un proyecto común». Este aficionado a la política, tan criticado en su partido y tan mal aceptado por los afiliados del mismo, ha olvidado que es imposible que los caminos de Rajoy y San Gil vuelvan a confluir. Las palabras no siempre son vehículos para el entendimiento.
María San Gil ha sido insultada y vilipendiada con el consentimiento y el visto bueno de Mariano Rajoy. Y lo que es más grave, el falso líder del PP ha autorizado a hacerlo a gente de su entorno que jamás ha arriesgado nada, además de desconocer la política del peligro y el compromiso. Flaco favor haría María San Gil si volviera al redil que manejan Rajoy y los ‘sorayos’. María ha sido traicionada una vez y lo será cuantas veces sea necesario, hasta que consigan que se marche. Ya nadie confía en Rajoy, excepto aquellos a quien el partido proporciona prebendas. ¡Y qué prebendas!
María debe mantenerse fiel a los valores que siempre ha representado. No debe continuar en el Partido Popular, salvo que haya pretendido tomar el pelo a los votantes y simpatizantes del partido. Ni siquiera las pretensiones de Barreda deben hacer cambiar de opinión a quien tantas veces ha dado la cara contra ETA y a favor de las víctimas del terrorismo. María no puede volverse atrás. Posiblemente no sea consciente de lo que supone su actitud y la decisión que adopte en los próximos días.
Como presidenta del PP vasco, y conociendo el desprecio e insultos de su partido, María San Gil está obligada a adelantar inmediatamente la cita congresual, prevista en principio para la primavera del 2009. Y tras ese adelanto, debe decir adiós sin mirar atrás. A la vista de los planteamientos de Barreda, el PP requiere una nueva dirección en las provincias vascas y una refundación en España. Mariano Rajoy está fuera de juego y los simpatizantes y afiliados invalidarán cualquier acción que intente.