Sigue habiendo falsos progresistas sin progresar, porque se mantienen instalados en lo más rancio y radical de su persona. Por eso pocos, o tal vez nadie, ha entendido la acusación de “machista” de la ministra, Elena Salgado, a Mariano Rajoy. No hay duda que es un recurso muy desgastado de quien permanece anclado en el pasado y fiel a cavernícolas recuerdos.
La ministra tuvo que asumir un papelón donde demostró su brutal desconocimiento de la economía de este país y de los números que se precisan para salir del atolladero de crisis en el que nos ha metido su incompetente jefe de filas. El mismo jefe que ha utilizado a su ministra de secretaria o auxiliar, para que no se vieran las agudas carencias económicas que acompañan a Rodríguez. Ahora se sabe también que esas carencias se extienden, además, a lo social y a lo familiar, dada esa conocida inclinación gótico-satánica que le acompaña.