Machismo progre

Elena Salgado, vestida con traje ridículo y gesto adocenado.

Elena Salgado, vestida con traje ridículo y gesto adocenado, enseñando hueso y medalla.

Sigue habiendo falsos progresistas sin progresar, porque se mantienen instalados en lo más rancio y radical de su persona. Por eso pocos, o tal vez nadie, ha entendido la acusación de “machista” de la ministra, Elena Salgado, a Mariano Rajoy. No hay duda que es un recurso muy desgastado de quien permanece anclado en el pasado y fiel a cavernícolas recuerdos.

La ministra tuvo que asumir un papelón donde demostró su brutal desconocimiento de la economía de este país y de los números que se precisan para salir del atolladero de crisis en el que nos ha metido su incompetente jefe de filas. El mismo jefe que ha utilizado a su ministra de secretaria o auxiliar, para que no se vieran las agudas carencias económicas que acompañan a Rodríguez. Ahora se sabe también que esas carencias se extienden, además, a lo social y a lo familiar, dada esa conocida inclinación gótico-satánica que le acompaña.

Pero volvamos a la ministra que aventa “machismo”. La misma ministra de exabruptos que se vio envuelta en un ‘totum revolutum’ de datos que no supo administrar. Tal vez si aprendiera a gastar y a planificar con inteligencia sería una ministra a quien tomaríamos en serio. No se puede, ni se debe, despreciar al ciudadano e intentar vivir como un magnate.

Curiosamente coinciden en la señora ministra varios aspectos que en nada le ayudan a mejorar: su complejo mal administrado, su “desastre balbuceaente”, su mal empleado mecanismo de compensación y su afán de dar pena al llamar “machista” a Rajoy. Tal vez Salgado ha aprendido la actitud machista de sus compañeros de filas, cuando se dirigen a Cospedal con variados adjetivos negativos donde cabe todo, menos “bonita”.

A medida que avanzaba en su discurso se le veía completamente perdida, hasta el punto que los espectadores sentíamos vergüenza ajena, al igual que sentían lo mismo sus compañeros de bancada, como después ha transcendido por la ministra de Defensa. Se le notaba una total falta de formación económica, a lo que acompañaba una cara desencajada, un complejo incontrolado y un permanente balbuceo, propio de quien no sabe lo que dirá a continuación de lo que está diciendo.

El presidente Rodríguez abusó de la ministra y su machismo mal disimulado le llevó  a ‘poner a los pies de los caballos’ a Salgado. Era una forma de presentar como ridícula a alguien que le echara un capote para no verse solo y desprotegido ante el toro del ridículo y la vergüenza.

Ese machismo del presidente del Gobierno es el que Elena Salgado proyectó sobre Mariano Rajoy, pretendiendo hacer uso de un mecanismo de compensación y  de una actitud victimista que ya no engaña a nadie. Doña Elena Salgado debería leer a Secondat para darse cuenta que “ningún otro ser humano en política es tan peligroso como el portavoz de ideas fijas. O sea, el fanático”. Y ese es el tipo de jefe de filas que echó a salgado a los leones; es decir, el presidente Rodríguez.

La ministra se hizo eco del desaguisado de los presupuestos, en nombre del presidente del Gobierno. Y lo hizo con balbuceos, cara de susto, meneo de cola, victimismo extremo, estupidez avanzada y torpeza no calculada. Llevó sobre sus espaldas toda la carga  de mediocre machista que soporta Rodríguez Zapatero.

Los irresponsables planteamientos de la ministra llevaron a Rajoy al sarcasmo que tanto echamos de menos en la tribuna parlamentaria. Lea, señora ministra, los discursos de don Antonio Maura, la elegancia de Castelar, la fluidez de Adolfo Suárez, la chispa de Felipe González, la agudeza de Pi y Margall o la seriedad británica del ex presidente Aznar. Déjese de machismos y otras cobardías, y estudie el papelón que le ha caído encima por abusar de una ignorancia que ni usted sabía que le era connatural. ¿También soy machista por decirle la verdad y llamar rosado al vino clarete?

Rajoy sacó por primera vez su elegancia gallega, pero sin confundir desde lo alto de la escalera. La primera vez que el líder de la oposición ha dado un mamporro dialéctico e inteligente a un miembro del Gobierno, los ‘jiliprogres’, ‘progretas’ o viciados veladores de la ‘salsa progre’ se le han echado a la yugular.

Tales representantes de la progresía no saben que es solo el principio y que la próxima vez puede acabar la ministra Salgado contra las tablas del parlamentarismo democrático. ¿Machismo? No, lágrimas de torpeza, susto mal controlado, lágrimas de cocodrilo, odio torticero y equivocada fidelidad. ¿O prefiere predicar contra el robo para evitar competencia?

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