Son tantas las maquinaciones, los subterfugios , las oscurantistas maniobras que pasan por la sospecha de la trampa electoral hasta la alta traición por los pactos con Marruecos, entre innúmeras tropelías que millones de españoles creen encubiertas por una ostentosa e indisimulada intervención de los órganos judiciales, que los alardes de Puigdemont apestan a Sánchez antes de que pueda ser investido de nuevo para conformar otro gobierno Frankenstein.
El fugado de Waterloo, el golpista catalán y sus exiguos votos de nuestra injusta ley electoral por la que la mayoría depende a modo de chantaje rastrero contra todo un país, ha presumido de tener pactos y acuerdos secretos firmados exprofeso por Pedro Sánchez para asegurarse la presidencia, y con ese bellaco triunfalismo de quien se sabe protegido por las codicias propias del socio de la traición, se lo guarda como un as bajo la manga por si se reculara en la promesa o no fuera posible alcanzar lo acordado con premeditación alevosía y nocturnidad.