Júbilo de banqueros, cabreo de clientes. Por Jesús Salamanca Alonso

Los banqueros han pasado a la euforia, en tanto que los clientes sufren el avinagramiento porque tras la pandemia ha caído considerablemente el servicio bancario.

Banqueros

Ana Botín (Santander), Carlos Torres (BBVA), Josep Oliu (Sabadell), José Ignacio Goirigolzarri (Caixabank) y Pedro Guerrero (Bankinter)

A Pedro Guindaleras empiezan a no cuadrarle las cuentas, ni ver lógicas las explicaciones de los banqueros. Esos señores encorbatados o señoras presidentas con lustroso traje rojo le recuerdan a los agricultores de su pueblo: todos los años son malos y todas las cosechas se quedan cortas, aunque los datos digan que son extraordinarios y que representan las mejores cosechas del siglo. Pero lo que más descoloca a Juan Guindaleras, cliente de los bancos desde hace nueve lustros y natural de Villatempujo, es el desorbitado beneficio récord de la banca con la consiguiente pérdida de servicio al cliente.

«¿Recuerdan el impuesto a la banca, con lo que Nadia Calviño cree haber descubierto el Mar de Mármara para dar satisfacción a los mamertos de Unidas Podemos? Pues que ningún cliente aplauda con las orejas porque las entidades ya han encontrado cómo transferir el coste al cliente». 

Guindaleras comprueba que hace unos días esos mismos banqueros estaban cabreados, con cara avinagrada. En un suspiro han pasado a la euforia. Son ahora los clientes quienes sufren ese avinagramiento porque tras la pandemia ha caído considerablemente el servicio bancario: miles de oficinas rurales han cerrado, los despidos y prejubilaciones en bancos y cajas se han multiplicado por no se sabe cuánto… Además, a ello hay que añadir la permanente desatención a los mayores de 65 años, que se comprometieron a prestarlos especial atención, pero todo se ha quedado en palabras huecas.

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