El admirable trabajo de maestro

Jesús Salamanca Alonso / No hace muchos años, un ínclito catedrático de la universidad de Valladolid, cuya esposa ejercía como maestra de educación infantil en la zona rural pucelana, me decía que siempre había admirado al profesorado de los niveles de infantil y primaria. Era un tiempo en que en las aulas de infantil el profesorado tenía que lidiar con veintidós o veinticinco. «Me quedo admirado con la capacidad de trabajo y esfuerzo de estas maestras y maestros que no tienen ni un solo respiro con el alumnado. Lo nuestro, al fin y al cabo, en la universidad es mucho más fácil: sueltas la clase magistral preparada a conciencia, el alumnado es adulto y educado, nunca es irrespetuoso, el trato es ordenado…pero esto de la educación infantil me enamora sólo con verlo, aunque yo no serviría para eso. Admiro a mi esposa y al profesorado de infantil y primaria como admiro a un científico que siempre sabe tras de lo que anda y sueña con desarrollarlo a pesar de las múltiples trabas que puede encontrar», me decía ensimismado mientras diez niños rodeaban a la maestra con cara de admiración y ojos de ilusión.

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