Por Eduardo García Serrano / EL CORREO DE ESPAÑA / Los alardes de Irene Montero ocultan la cortedad de sus méritos y de su talento en la misma medida que su silencio, ante la denuncia de Fernanda Freire de haber sido sexualmente acosada por Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero, proclama su dócil sumisión al macho rojo.
Silencio que también sella los labios de las demás hembras del harén de Podemos. Silencio genuflexo, asalariado silencio de las que cobran por su fidelidad al macho rojo, de cuyo heteropatriarcado mana la estabilidad de sus cargos, la promoción de sus carreras y la abundancia de sus nóminas. Sigue leyendo