Hay documentos que nos hablan de la existencia de un foso y de varias plantas de la galería subterránea, cuya entrada se encuentra en el patio de armas de castillo. La extraordinaria altura del lado oeste del recinto interno, pone de manifiesto que el castillo sirvió más para cuidar de los ataques que procedieran de la propia villa y de dominar el cercano caserío.
Su “encantamiento“, parte precisamente de esos subterráneos mencionados que, según el vulgo, escondían tesoros y conducían a la “Cueva de la Mora” que servía para huir de forma oculta “al Arrabal y a puntos más distantes”. Se ha llegado a decir que existía un pasadizo que comunicaba con el convento de los padres agustinos recoletos y con el castillo de Íscar, pero no está documentado.
Antonio de Nicolás también viene a decir que no había pasadizos de ningún tipo y que, desde tiempo inmemorial la fortaleza portillana estaba registrada de ‘cabo a rabo’, incluso constata que durante muchos años el castillo ha servido de artificial cantera.
De ello hablaremos en otro apartado.