“Al pie de la cuesta sobre que está el lugar se ve el arrabal que llaman de Portillo, el cual es casi mayor, sin tener cosa especial que merezca memoria. A poca distancia de uno y otro está un convento de agustinos con la advocación de Nuestra señora de la Fuensanta”. Así reza un texto de “Los pueblos de la provincia de Valladolid“, cuyo autor es D. Juan Ortega Rubio, año 1895.
Según nos cuenta el blog “Arte en Valladolid”:
“Moreno Maisonave -arzobispo de Valladolid- consigue traer en 1865 un retablo barroco desde la iglesia parroquial de San Juan Evangelista de Arrabal de Portillo. En realidad el retablo, realizado en 1703, procedía del convento agustino recoleto de la Fuensanta, el cual estuvo situado hasta la Desamortización en las proximidades de aquel pueblo. En dicho retablo, que sería el mayor de la iglesia de dicho convento, estaría instalada la escultura de Nuestra Señora de la Fuensanta, titular de los frailes agustinos de Portillo”
Cuando hablamos del arte en Portillo no debemos olvidar un monumento digno de mención, pero que hoy ya no existe. Me estoy refiriendo al convento de la Fuensanta.
Según consta en los datos que he podido reunir para estudio y consulta, el día 29 de junio –festividad de los santos apóstoles Pedro y Pablo– del año 1590, los padres agustinos recoletos se establecieron en la ilustre villa de Portillo.
El pueblo donó generosamente a los agustinos la iglesia y el convento. Su cometido era cuidar especialmente de la Virgen de la Fuensanta, patrona de dicha iglesia. El convento estuvo situado a 1 km de lo que hoy es Arrabal de Portillo. Mi generación no ha conocido el convento, pero sí las ruinas del mismo.
Los religiosos se comprometieron a mantener, al menos, doce padres en el convento, dedicarse al cuidado espiritual, sobre todo a la predicación y confesión en Portillo y en los pueblos vecinos.
Así prácticamente transcurrieron dos siglos, dedicados callada y pacíficamente a sus labores espirituales y a atender su labranza, puesto que poseían algunas tierras alrededor del convento, rodeadas de unas cercas. Representaban su sustento, de ahí que se ocuparan y preocuparan de cultivarlas.
El siglo XIX supuso la llegada de momentos difíciles. A causa de la invasión francesa y de las luchas políticas. En diversas ocasiones se vieron obligados a abandonar el convento. El propósito de los decretos desamortizadores del 19 de febrero y 8 de marzo de 1836, que constituyeron la llamada Desamortización de Mendizábal, fue también que las propiedades improductivas y en poder de la iglesia y las órdenes religiosas, pasaran a una clase media o burguesía que realmente enriqueciera al país.
El procedimiento seguido para evitar que las propiedades pasaran al pueblo fue el subastar las propiedades en grandes bloques que los pequeños propietarios no podían costear, aunque lo más determinante fue que se permitió el pago del precio final de los remates con títulos de la deuda por su valor nominal, muy por debajo entonces de su valor real en el mercado. Los agustinos recoletos se vieron obligados a dejar la villa de Portillo.
Cuenta la tradición que desde este convento partían una serie de galerías hacia Portillo e Iscar, por donde se comunicaban en los momentos en que Portillo se encontraba en peligro.
Quiero dejar constancia –en esta serie que ampliaremos a diario, durante las próximas semanas– que no he encontrado documentación que así lo describa. A ello hay que añadir la práctica imposibilidad de ello, pues hubiera supuesto un trabajo mastodóntico e imposible hacerlo bajo tierra, dada la irregularidad del terreno hasta llegar a Iscar. Nadie dude que puede ser un dato extendido por la tradición y las habladurías, sin más.