Compruebo que la LOMCE ha provocado un rechazo abrumador en la comunidad educativa. Si antes tenía pocas dudas de ello, ahora no tengo ninguna. Tal vez, lo peor de comprobar cómo el anteproyecto de Ley Orgánica se quiere sacar adelante con calzador y ‘manu militari’ es que el profesorado no tiene ninguna confianza en el actual ministro ni en su equipo de asesores. El dictamen del Consejo de Estado es un duro palo. Estamos ante una propuesta partidista, ideologizada y carente de compensación.
Con los recortes por delante no es de recibo escuchar al señor Wert que se va a reducir el fracaso escolar y que mejorará considerablemente el abandono escolar temprano. Me parece una tomadura de pelo, como me lo pareció la reducción tremenda de profesorado, el despido de miles de interinos, el aumento de carga laboral al profesorado, el aumento de la ratio, el recorte de sueldos y las innumerables medidas represoras por parte de la administración educativa.
Recordemos que la educación es competencia de las comunidades autónomas y que éstas son la correa de transmisión de las medidas adoptadas por el Gobierno de la nación. Todo cuanto se plasme en la futura LOMCE deberá ser desarrollado por las comunidades; es decir, se recogerá como norma la desigualdad en el sistema educativo, la aparición del centro-gueto, las numerosas revalidas que se pretende implantar, el peligroso distrito único y otras medidas muy poco acertadas; quienes más sufrirán serán los centros educativos de la zona rural.
Hasta ahora, la educación obligatoria llega hasta los 16 años, pero con la futura LOMCE el alumnado llegará a cuarto de la ESO y saldrá con dos titulaciones diferentes y diferenciadas: una para hacer formación profesional y otra para cursar el bachillerato. A ello hay que añadir que con lo que la LOMCE llamará “especialización de los centros”, tendremos centros de primera categoría, de segunda, de tercera y otros sin categoría.
Me sorprende que se pretenda romper la democracia interna de los centros. Si de algo puede presumir nuestro sistema educativo es de haber sabido planificar y desarrollar la llamada “democracia escolar”. Con la LOMCE se van al traste las atribuciones del Consejo escolar y del Claustro; sería una pena que las decisiones fueran solo cosa del director y que la administración educativa ‘mangoneara’ más de la cuenta. Pero hay muchas más ‘gaitas’ que no son de recibo.
Confieso que, después de estudiar con detenimiento el anteproyecto de LOMCE, no veo ni entiendo cómo pretenden rebajar las cifras de fracaso escolar y tampoco de disminuir el abandono escolar temprano. Sin embargo, sí compruebo que los recortes efectuados se ‘consagran’ como definitivos, se limitan los recursos, se abusa del profesorado y se destroza toda la cuestión de ayudas a la familia para conciliar la vida laboral y familiar, así como se abandonan variantes del sistema como la educación de adultos.
Lo que también tengo muy claro es que sí habrá dinero para hacer más conciertos y fomentar la competencia desigual entre los centros educativos. Al tiempo.
Jesús Salamanca Alonso