Gasto farmacéutico.

Por el Dr. Alfonso Campuzano, médico cirujano traumatólogo del Hospital Clínico Universitario de Valaldolid.- La autoridad alternativa, como siguiendo un guión preestablecido, da igual la época en la que sople el viento de tal o cual partido político, en Sanidad se ha visto que igual da el color del  símbolo que ondee, anuncia en todas y cada una de las ruedas de prensa en la que es sorprendida que el gasto farmacéutico excede todas las previsiones posibles. Y tan así se queda.

Pudiera pensarse que hay despilfarro. Aceptado. Con un poco de imaginación, poniendo un ejemplo simplista, se puede mirar a través de un visor el interior de cualquier hospital, sea grande o pequeño donde, hogaño más que antaño, donde ya se utiliza la monodosis para cualquier usuario, mientras esté ingresado. Una forma de administración fácil y cómoda. Pero, hete aquí, que el personal de un turno cualquiera se topa con que a la persona se le da el alta hospitalaria o desgraciadamente fallece, por ejemplo, ya sea en una planta de infecciosos o en una planta de psiquiatría, dicha medicación sobrante, habitualmente es retirada y, con mucho cuidado, arrojada en la basura, no sirve para otra persona. Esto se puede multiplicar por los hospitales de cada provincia, por los de cada autonomía y por los de todo el territorio nacional.

Como continuación al ejemplo anterior, hay múltiples fármacos que son depositados en puntos de recogida, que para dar cumplimiento de la legislación de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (A.E.M.P.S.) y europea, y siguiendo las directrices de la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.), en materia de medioambiente, se considera ilegal el reciclado de residuos medicamentosos y la comercialización de los medicamentos devueltos, por tanto han de ser destruidos. Menudo gasto, que no es responsabilidad de los usuarios y sí culpa del sistema.

Como contrapunto, en algunas zonas de nuestra geografía española existe un programa perverso, con vistas a hacer más efectivo el ahorro, inculcando al profesional médico y, sobre todo a su computadora, que prescriba medicamentos genéricos a cambio de lo que se llama cobro de productividad o índice sintético. Unos medicamentos genéricos que no tienen firma del autor, que no leen el copyright, que no muestran l garantía, que son marcas blancas, que no llevan el sello de la patente, que no se sabe en qué país se ha procesado ni envasado (habitualmente en un país tercermundista) sin saber qué medidas de higiene se han tomado en su fabricación, ni de dónde procede la materia prima utilizada, que según A.C.T.A. (Anti-Counterfeiting Trade Agreement o Acuerdo Comercial Anti-Falsificación, creado en defensa de la propiedad intelectual): considera a los medicamentos genéricos como falsificaciones. Ante esta obsesión por la prescripción de medicamentos genéricos la factura ha engordado visiblemente ya que al descubrir que la curación de la enfermedad se alarga en el tiempo (sobre todo, en infecciones, en cardiología, en psiquiatría, por poner varios ejemplos, enfermedades en las que hay que ajustar más que muy bien las dosis) se opta por administrar y recetar doble cantidad, así de simple y, cuando no, retirarlo por certitud de su inutilidad, tal como se observa en ocasiones que algunas cápsulas son defecadas tal fueron tragadas, sin romperlas ni mancharlas. Por tanto, se puede concluir que no siempre el costo está íntimamente ligado a la eficiencia, pese a que siempre está presente la preocupación excesiva por el gasto que jamás alegra aunque sea beneficioso, siempre se ha dicho, pues toda prevención es más barata que una curación. Y es que con la salud no se juega. No obstante, desde el 1º de Noviembre de 2011, ciertos medicamentos de marca que tienen sus genéricos cuestan lo mismo. Pero la inercia…

Gasto, claro que hay gasto, y mucho. Pero mientras sea razonable y, sobre todo, consecuente, dada la población que quiere curarse lo más rápidamente posible: cuanto mejor sea la medicación más rapidez en la curación, menos tiempo de baja laboral, menos secuelas, menos coste de medicinas.

Corolario: Por programas que no quede, porque cabe otro aún más pérfido como que, en algún hospital también de nuestra geografía, que insiste en citar y descitar, parece que alegremente, ya sea varón/hombre o mujer, de manera que a tal o cual médico especialista, que conoce y reconoce al dedillo el tratamiento de la osteoporosis en la mujer, evita por todos los medios al alcance de la administración que en su lista de trabajo visite a mujeres y en su lugar exclusivamente a hombres, planteando una discriminación de género, un agravio comparativo, una desigualdad con respecto al resto de sus colegas. Si se piensa que la mujer tiene consideración de paciente, en su etapa postmenopáusica, que requiere de cuidados médicos y seguimiento de los mismos con tratamiento antiosteoporótico o antirresortivo por los años de los años, lo más fácil es ignorar la evidencia, cerrar los ojos a la realidad y creer que en el varón/hombre no padece osteoporosis, además de negar la medicación porque evidentemente es cara, como todo. ¿Qué es barato en esta vida? Caro o barato, abono al terreno subjetivo.

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