El reloj corre contra los sindicatos

Son conscientes que su trabajo como liberados consiste en no hacer nada de provecho por la mañana y pasarlo a limpio por la tarde.

No hay duda que mucha gente vivía mejor con el PSOE. Eran todos aquellos que estaban colocados a dedo y ‘morreando’ con la situación que les habían regalado. Pero todo eso se ha acabado con Mariano Rajoy. El nuevo presidente está dispuesto a poner orden y parece que lleva camino de conseguirlo. Por eso protestan quienes defendían la situación anterior. Es el caso de los sindicatos: no daban un palo al agua, engañaban a los trabajadores, despreciaban a los parados, tramaban situaciones para coger dinero de los EREs y del FOGASA y, como el tal José Ricardo, vivía como un banquero. Incluso vamos más allá: consiguió provecho para UGT, en nombre de UGT. Y luego arreglaban la situación para engañar a Hacienda con la propia declaración. ¡Hay que ser sinvergüenzas y despreciables! No es de extrañar que muchos afiliados de UGT quieran que desaparezcan ese tipo de ‘ladrones’ del entorno de su organización.

El caso es que a todos les quedaba dinero. Nunca se habían conocido mayores malversadores, dispuestos a vender a quien fuera con tal de poner la mano y obedecer a cambio. Lo que no se entiende es que ni siquiera se lo haya tomado en serio la propia Fiscalía Anticorrupción; tiene todos los ingredientes necesarios para enchironar al contacto de UGT en la entidad bancaria, aunque con la aquiescencia de su sindicato y el conocimiento de todo el Consejo. ¡A ver si lo que procede es investigar a fondo esa entidad bancaria y comprobar el contenido no declarado de la entidad!

Los sindicatos de clase solo cuentan con sus liberados, sus favorecidos, sus beneficiados y cuantos saben que viven de no trabajar. Son conscientes que su trabajo como liberados consiste en no hacer nada por la mañana y pasar a limpio por la tarde lo que no han hecho por la mañana. “Que no imagine nadie que los españoles van a sacrificar esta oportunidad entorpeciendo la tarea del Gobierno en el que ha puesto su esperanza”, ha dicho Mariano Rajoy. Sabe que hay que reformar los sindicatos e ir hacia un modelo moderno, diametralmente opuesto a lo que son hoy los sindicatos de clase.

Ya nadie cree en tanto aprovechado ni en tanto venado tumbado y adormecido. Los sindicatos de clase son hoy una rémora para la sociedad, un atraso de cara al progreso, una sinrazón, un núcleo de ‘burdeles’ fiesteros y enquistados y, lo que es más grave, un nido de ‘comadrejas’ vividoras a costa del erario público, que han despilfarrado más de mil millones de euros en cuatro años, procedentes de los Presupuestos Generales del Estado. Millones que ha entregado a cuenta el Gobierno socialista para atarles cortos y comprarlos de cara a revueltas y manifestaciones. Hoy, con un Gobierno de derechas, los sindicatos obreros están obligados a pagar al PSOE, tomar la calle, incendiarla si es necesario y seguir engañando al trabajador y al parado.

Lo que no parecen saber es que la sociedad se les ha vuelto en contra y pueden ser los destinatarios de una gran manifestación que selle definitivamente la tumba de los anquilosados, ‘naftalinados’, podridos y burdos sindicatos obreros. El reloj ya corre en su contra.

Los trabajadores lo que quieren es salir adelante y no sufrir más por culpa del socialismo aterciopelado y del sindicalismo decimonónico y atrofiado. La pena es que hasta el aturdido y cavernario, Pérez Rubalcaba, esté en la misma línea. ¡Qué suerte que el pueblo haya vuelto la espalda al PSOE y a UGT! Era demasiado el daño que estaban haciendo a todo lo que tocaban y en todo lo que intervenían.

La sociedad ha aprendido a trabajar, en vez de echarse zancadillas a sí misma. La madurez ha llegado a los trabajadores y a los empleadores, mientras los sindicatos de clase mantienen su inmadurez, su actitud de latrocinio y componenda (piensen en el aprovechado mandado e insultador de UGT, José Ricardo), su dejadez y el afán de vivir a costa de quien trabaja. Pero eso se ha acabado. Los sindicatos obreros de clase ya han empezado a pagar.

No tardando, el reloj del tiempo y de la razón acabará por atropellar y destrozar al trasnochado sindicalismo vertical unificado que aún dice sentirse obrero y de clase. Ya decía Victorio Grassman que “el teatro no se hace para contar las cosas sino para cambiarlas”.

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