Sindicatos fuera de foco.

Tan pronto como se ha aprobado la reforma laboral, los sindicatos de clase han vuelto a mostrar su desconcierto. Demasiados años viviendo de la ‘sopa boba’. Claro que, lo más curioso es comprobar cómo el sindicalismo vertical unificado no se atreve a pronunciarse por su cuenta y condiciona la convocatoria de una huelga general  a la reacción que advierta en la ciudadanía tras lo que suceda el próximo 19 de febrero.
Para ese sindicalismo de clase, la reforma laboral parece merecer todos los reproches. Según el aburguesado sindicalismo se abaratará el despido de forma abusiva y los empresarios tendrán unos objetivos mucho más fáciles de cumplir para poder despedir. Lo que no han explicado los sindicatos radicales y unificados es que nunca fue más barato el despido que cuando una empresa cierra y sus trabajadores acaban en el paro. Eso es lo que ha sucedido durante estos últimos siete años. El septenio negro del ‘zapaterismo’ ha tenido un coste de tres millones de nuevos parados y el coste del despido ha sido baratísimo, más barato que nunca.
Lo grave de esos tres millones de puestos de trabajo destruidos es que han contado con el apoyo de los sindicatos, más preocupados de arañar del FOGASA que de la situación en que quedaban los trabajadores. Por eso, tan pronto como se abra la Constitución, habrá que retocar todo lo relativo a los sindicatos. Hay que modernizarlos o expulsarlos del tejido social; para seguir abusando y despreciando al trabajador no precisamos de esta gente que, dicho sea de paso, a los trabajadores no nos representan desde hace mucho tiempo. Por cierto, deben empezar por mantenerse de las cuotas de sus afiliados y olvidarse de los presupuestos generales del Estado. De la misma forma que deben empezar a desaparecer cuanto antes los liberados sindicales.
El dirigente sindical de CC.OO., el aburguesado Toxo, habla de un desmantelamiento del derecho al trabajo que “no se justifica ni por el contexto ni por las formas para lograr los objetivos gubernamentales”. Si bien no suele acertar en sus pronósticos, hechos desde la posición burguesa de quien solo mira para sí, hay que reconocer que sigue muy alejado de la realidad, incluso muy alejado de las bases de su organización. Siempre dado a ver la botella medio vacía, la realidad le envuelve por su dejadez y su pasividad durante el ‘zapaterismo’ de mamoneo, cazoleta y mano tendida.
Hay que reconocer al Gobierno de Rajoy el hecho de actuar con una clara autonomía y mirando hacia aquellos países que ya están saliendo de la crisis. Hay mucho interés en Europa en no tener que rescatar a España tras el fracaso de las políticas socialistas y la destrucción de buena parte del Estado de bienestar, a lo que se une el cercenamiento del tejido empresarial con las políticas trasnochadas de los Gobierno ‘babeantes’ de Rodríguez Zapatero.  Prueba de ese interés por España es la visita que la Comisión Europea va a cursar a España para preparar un plan de choque contra el desempleo juvenil. No hay duda que el sistema educativo español nos ha llevado a un punto preocupante y, mientras tanto, socialistas y sindicalistas mirando al tendido y abusando de la situación.
La nota vergonzosa de una de las ruedas de prensa la ha puesto el desgastado líder del sindicalismo socialista, Cándido Méndez, en su desconsiderada y errónea comparación: “hay  muchos empresarios que se sienten atraídos por el desempleo como las polillas se sienten hacia la luz”. Mirándolo bien, Méndez lleva años haciendo de abeja respecto a los presupuestos generales del Estado; los confunde con miel y no hay quien le despegue de ellos ni con agua caliente.
No hay duda que el sindicalismo de clase ha perdido su referente, si es que alguna vez lo tuvo. Carece de norte y de sentido. Todo el daño que estaba predestinado a hacer el sindicalismo, ya parece que lo ha hecho. Tiene menos credibilidad que los ‘muñegotes’ franceses. Cuanto menos cuente el Gobierno con este tipo de sindicalismo trasnochado, mejor pintará a los trabajadores y antes podremos poner rumbo a la salida de la crisis. Seguramente se empeñarán que poner palos en las ruedas para que no salgamos de la crisis (a los sindicatos les interesa ese “cuanto peor, mejor”) pero el deber de los trabajadores es orillarlos y apartarlos de la escena del progreso y del futuro.

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