Hubo un momento en mi vida que sentí cierta admiración por Kofi Annan, ex secretario general de la ONU. Pero esa admiración se ha diluido por completo, porque no entiendo que se brinde a un ‘circo’ como la Conferencia de paz celebrada recientemente en San Sebastián. Resulta difícil asumir ahí su presencia, apoyando una mal llamada ‘paz’ al no existir guerra. Ha quedado demostrado que el apoyo no es el camino con los terroristas ni con los simpatizantes de la banda asesina que durante cincuenta años ha matado, extorsionado y atentado. Tanto los presuntos mediadores como la presencia del PSOE en la Conferencia son una clara alfombra roja y un cheque en blanco a la “propaganda electoral” que necesitaba esa izquierda abertzale que no sabe cómo salir del embolado en el que ella solita se ha metido.
Esa misma izquierda sabe, además, que los presos de la banda están hartos de su situación, así como que esa puede estallar en días. Seguramente en cuanto se den cuenta de que la reunión no ha servido para nada. Por cierto, no estaría mal que cada mediador se enfrentara a la realidad de su país, porque lo que sí ha quedado claro es que no conocen la realidad del terrorismo en el nuestro. Antonio Basagoiti ha dado una lección a todos ellos con la carta enviada a las cinco ‘personalidades’ internacionales, con el fin de reprocharles el contenido del documento que, se mire por donde se mire, «dificulta» el final de la banda etarra.
Desde casi todos los sectores se ha reprochado al Gobierno español, al Gobierno vasco y a los mediadores internacionales la ayuda que se ha brindado al terrorismo y a la campaña electoral para la izquierda abertzale. Hemos empezado mal y no puede haber un final entendible. Sigo pensando que no habrá paz donde ni siquiera ha habido guerra. Tan solo estamos ante una banda terrorista a la que no se puede dar tratamiento de Estado y cuyo final pasa por la rendición, la entrega de las armas y el cumplimiento íntegro de las penas. No nos cansaremos de repetirlo. Lo demás son ganas de marear la perdiz y entorpecer la democracia del Estado de Derecho. ¿Debe haber vencedores y vencidos? Naturalmente, no me cabe ninguna duda.
Hasta Sáenz de Santamaría se ha dado cuenta de cómo el Gobierno socialista duda. Ese “ahora sí acudo, ahora espero, ahora voy” forma parte del cambio de criterio al que nos tiene acostumbrado el PSOE. En esta ocasión, el socialismo ha acabado por hacerle la propaganda electoral al mundo abertzale, como en su día Zapatero resucitó y amamantó a la ‘serpiente’ o, más recientemente, hemos podido comprobar cómo ETA entraba en las instituciones, disfrazada de coalición y con el TC en actitud de saludo, frente al rechazo de la sociedad y, particularmente, de las víctimas del terrorismo.
Alfredo Pérez Rubalcaba, como próximo candidato del PSOE a La Moncloa, está obligado a dar una explicación, porque su partido sigue husmeando entre las tinieblas del terrorismo. Como también tiene que explicarse Chuchi Eguiguren, en vez de enfadarse con su presidente. No admito que se ponga a Pérez Rubalcaba como ejemplo de lucha contra el terrorismo; habrá encarcelado a miembros de la banda pero también ha facilitado la huida de etarras, la extorsión, el bandidaje, el chivatazo y la ‘entronización’ de Bildu en los Ayuntamientos. ¡Ya está bien de propaganda superflua, capciosa y mafiosa!
Estoy convencido que la Conferencia de San Sebastián y la asistencia de los mediadores –tal vez embaucadores puntuales— solo ayudan a los terroristas. A quien más perjudica es a la democracia española, a la convivencia y a las víctimas del terrorismo. «España y nuestra democracia no necesita ninguna Conferencia de paz. España lo que necesita de una vez por todas es que ETA se disuelva, que haya un comunicado en el que digan que desaparece, que dejan de matar, que dejen la actividad terrorista y sencillamente, a mí lo que más me molesta de todo esto es que se le ha hecho mucho la campaña a la izquierda abertzale, a los terroristas», se ha dicho desde la portavocía del PP que, sin duda, coincide con nuestra apreciación, aunque ella lo exprese desde la vertiente política y desde una militancia muy alejada de nuestro credo.