Nos alegramos que Herrera Campo base su discurso de investidura en la austeridad. ¡Falta hace en Castilla y León! Nos preocupa que suceda lo que en Andalucía y, una vez que el PP deje el poder, aparezcan ‘sapos y culebras’. Mucho se ha hablado del abuso de los coches oficiales y de la gran cantidad de ellos que hay en la Junta de Castilla y León (solo superada por Andalucía).
No hay más que ver lo que pasó el día del nombramiento de Pepa (Josefa García) como nueva presidenta de las Cortes de Castilla y León: varios altos cargos utilizaron el coche oficial para ir desde la Consejería respectiva hasta las Cortes; apenas hay trescientos cincuenta metros, hacía una temperatura extraordinaria y no había prisa de ningún tipo. Hemos sabido, por fuentes muy cercanas a Juanvi Herrera, que el presidente ha tomado cartas en el asunto y no quiere contar con esos ‘abusones’ que le han sacado los colores. Le dolió tener que responder a la prensa sobre ese tema. Pobre Herrera: ¡eso no es nada! ¡Si supiera las que le preparan y cómo se maltrata al ‘currito’ de turno en algunas consejerías! Jamás conocimos una derecha tan jerarquizada con quien no es su gente.
Juanvi debe empezar por controlar el ‘despendole’ de los coches oficiales. Llueve sobre mojado porque, tras un seguimiento exhaustivo, hemos comprobado que conductores y coches oficiales acuden a buscar a altos cargos a la puerta de su casa, lo que es un abuso brutal.
En otros casos los vehículos cambian de provincia y recorren diariamente más de 400 kilómetros para traer y llevar a altos cargos de casa al trabajo, lo que también es un descontrol y un despilfarro sin precedentes.
Incluso, hemos comprobado que los coches oficiales esperan a diario hasta una hora a la puerta del alto cargo. No porque sea necesario sino porque a algún que otro cargo nombrado a dedo le gusta que sus vecinos “sepan que es alguien o algo”. ¡Hasta ahí llega la estupidez de la persona!
Durante mucho tiempo nos la han estado dando con queso esos altos cargos, libremente designados. Aún recuerdo cómo el peso de algunos servicios de las Direcciones Generales recaía sobre cuatro o cinco funcionarios mientras que todos los demás se pasaba la mañana en la cafetería o desaparecía (fichaba y se iba, volviendo a fichar la salida a las 15:00 horas). Y mientras eso sucedía, a millares de funcionarios de la sanidad y profesorado de la docencia les rebajaban el sueldo en cantidades desorbitadas. Decía Bernard Shaw que los fuertes se destruyen entre sí mientras los débiles siguen viviendo, aunque malvivan. Pues eso.