En la nueva Ley Orgánica de Educación (LOE) no vemos el valor del esfuerzo y la exigencia personal. Si a ello unimos el peligro del igualitarismo, la falta de transparencia y la dosis de mediocridad que aporta, estamos ante un rompecabezas de dudosa escena constructiva.
Esta ley surge del negativismo que generó la Ley Orgánica de Calidad Educativa (LOCE) entre los sectores más regresivos de la sociedad y menos respetuosos con los derechos de la ciudadanía. Los vaivenes educativos de los últimos quince años son el ejemplo de lo que no se debe repetir. La irresponsabilidad de unos y la dejadez de otros han hecho que la escuela se convierta en un frontón dialéctico. Hay tres factores que han de estar necesariamente presentes en una ley de educación que se considere digna: la calidad, la equidad y la libertad. No se puede seguir dividiendo a los españoles y debilitando la convivencia. Es de sentido común potenciar la vertebración social y una convivencia basada en los valores y libertades presentes en la Constitución.