La fruta podrida

El Gobierno en pleno dio ayer un nuevo plante a las víctimas en su conmemoración del séptimo aniversario del peor atentado terrorista de nuestra historia. Ninguno de sus miembros  se dignó acudir a los actos convocados por las asociaciones, incluso a los de la que crearon para contrarrestar las verdaderas reivindicaciones y que manejan a través de Pilar Manjón. Lo ha hecho de un modo innecesario y cruel. Es cruel y cruel porque, aun a sabiendas de que se desconoce al autor intelectual del crimen y se amontonan las lagunas en la investigación, el portavoz interino, Ramón Jáuregui, ha afirmado tajante «los culpables (del atentado) fueron juzgados, condenados por sentencia firme y están pagando sus responsabilidades y culpas en la cárcel».

Las sospechas se acrecientan cuando a pesar de que han pasado siete años hay decenas de enigmas sin resolver; ya por desidia de los peritos judiciales, ya porque el camino que alguien lo llenó a propósito de pistas falsas, pruebas manipuladas, escamoteos sospechosos, suicidios en masa y testimonios contradictorios.
Aún tomando por buena la versión oficial, lo cierto es que es muy poco, casi nada, lo que sabemos a ciencia cierta de los atentados del 11-M.  Son muy pocos los condenados a prisión, y de esos pocos todo lo que podría decirse es que su papel en la masacre fue, cuando menos, auxiliar. No es casual que sólo haya uno que esté en la cárcel acusado de colocar una de las bombas.
Cuando vemos que unos Tedax  convocados ayer mismo en el juzgado para declarar sobre qué se hizo con los restos de los trenes y quién dio la orden de su destrucción y cuando se ve que,  los primeros 24 de ellos,  han perdido repentinamente la memoria y será muy difícil poder tirar del hilo sobre lo que hizo la policía en aquellos momentos tan difíciles de olvidar, viendo las mentiras y obstrucciones del ministro Rubalcaba no solo con este asunto, sino con el caso Faisán, las persecución a políticos de la oposición, incluso la alteración de las estadísticas de criminalidad para no alarmar…
Todo ello unido al nombramiento a dedo por parte de ministro de 2000 altos cargos en policía (En realidad son comisarios políticos nombrados directamente y sin pasar oposiciones ni tener preparación técnica alguna, al servicio de Gobierno controlando las principales comisarias. Hecho denunciado por los sindicatos de la Policía y Guardia Civil  y con cuatro sentencias judiciales en contra de los manejos del ministro Rubalcaba) podemos asegurar que algo muy podrido hay dentro de los cuerpos policiales.
El Partido Popular deberá  tener muy presente que a partir del momento que gane las elecciones va a encontrarse dentro de los cuerpos de seguridad con una gran cantidad de células durmientes dentro de la policía cuyo principal objetivo va a ser el torpedear cualquier iniciativa encaminada al saneamiento de los cuerpos de seguridad y averiguar lo que realmente ocurrió y ello podría dar lugar a nuevos hechos  tan graves como el 11 M, para el momento que el PSOE vea perdidas las elecciones generales.
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