Imposiciones y prohibiciones

Hoy entra en vigor el límite de la velocidad máxima a 110 kms  por hora. Nos va a provocar más nerviosismo a quienes aún tengan que acudir al trabajo y provocará retenciones y más de un alcance en cadena en las zonas que todo el mundo ya sabe donde están instalados los radares.  A quien no lleve el aparatito que avisa donde están, le obligarán a compráselo para no encontrarse con los bruscos frenazos de quienes van delante y no quieren ser pillados.  Si tan incontestables son sus beneficios, ¿cuál es el motivo de que la restricción se prometa provisional? ¿Cuál es el propósito de dilapidar centenares de miles de euros en colocar unas pegatinas que no resisten siquiera la lluvia para, en unos meses, gastarnos otros tantos en volver a retirarlas?

Habrá que añadir esta última ocurrencia del gobierno a la ya larga lista de prohibiciones e imposiciones de unos dirigentes que no saben gobernar un país y pretenden decirnos como debemos administrarnos y que solo pretenden someternos a sus caprichos. No están muy lejos, las prohibiciones sobre el consumo del tabaco, los crucifijos, los bollos, el vino, y las imposiciones del aborto.

Quienes han estado derrochando hasta la saciedad con nuestro dinero en viajes, coches oficiales y toda clase de caprichos, no pueden ser quienes ahora nos digan lo que debemos hacer con el poco dinero que queda en nuestro bolsillo.

Con una de las facturas de la luz más sangrantes de Europa por su obsesión con las energías renovables ampliamente subvencionadas, y su desprecio hacia la energía nuclear barata y con el petróleo por las nubes, poco margen de maniobra nos queda salvo sufrir en nuestra cartera los costes de tantos años de desgobierno. Más convendría que después de saquearnos los bolsillos al menos no se burlaran de nosotros.

Dado el poco caso que van  a hacer los ciudadanos a este Ejecutivo en descomposición,  les pediría que nos ahorraran los 12 meses que todavía le restan de mandato y convocaran elecciones anticipadas. Pocas cosas contribuirían más a reanimar nuestra marchita economía que una pasada por los banquillos (judiciales) de quienes han puesto tanto empeño en arruinar al país.
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