Rajoy se dio este fin de semana un baño de euforia colectiva en el Congreso de Sevilla, ya que según las encuestas si hoy se celebraran elecciones generales ganaría con amplitud a un descompuesto Zapatero o a Rubalcaba si éste fuera el candidato del PSOE. Es de esperar un vuelco general del mapa político de los territorios de España. Otra cosa puede ser cuando la habilidad de la maquinaria propagandística del PSOE se recomponga y se saque algún conejo de la chistera, puede ser mas aventurado el resultado para marzo de 2012.
Rajoy en sus discursos dio unas pinceladas de lo va a ser su mandato aunque no dijo nada concreto sobre cómo piensa abordar los problemas que ahora nos aquejan, salvo su intención de mantener el sistema autonómico, y su interés en frenar los abusos de la clase política que se han cometido durante el mandato socialista.
Si Rajoy quiere capitanear el urgente cambio que necesitamos, debe desarmar el zapaterismo, no heredarlo: su misión debería ser la de reformar el modelo autonómico delimitando y cerrando definitivamente las competencias que corresponden a las distintas administraciones, dar un giro de 180 grados a la política económica y suprimir ‘ ipso facto’ toda esa legislación tan radicalmente intervencionista con la que el PSOE ha querido moldear nuestras vidas (ley de igualdad de trato, ley anti-fumadores, ley de la memoria histórica, ley del aborto…).
Para el PP, tan importante como ocupar las sedes de poder, será su capacidad de desalojar a los socialistas de ellos, y no caer en el error de Aznar al no efectuar una verdadera limpieza en sedes judiciales y policiales cuyos miembros se van a convertir en durmientes hasta una nueva ocasión, ya que en caso contrario podría verse torpedeado a corto plazo en cualquiera de las iniciativas reformadoras imprescindibles. Y que el resultado sea suficiente para no tener que seguir bajándose los pantalones ante los insaciables nacionalistas.
Pero en todo caso, y tras casi tres años del nuevo PP nacido del Congreso de Valencia, las ideas y las propuestas concretas escasean tanto como abundan las proclamas electoralistas que se vieron en Sevilla que deberán transformarse en programas mucho más concretos en todos cada uno de los ejes del gobierno del país.
Lo cierto es que son pocos los españoles que no anhelan unas elecciones anticipadas para imprimir un nuevo rumbo al país. Y que, cuanto antes, obtengan esta mayoría que les permita gobernar sin interferencias.