Este Gobierno dispuesto a controlar lo que se dice sobre ellos y quien lo dice; es Ramón Jáuregui quien ha anunciado hoy la creación de un Consejo Estatal de Medios Audiovisuales, con capacidad sancionadora, que debería abordar, a su juicio, contenidos que incorporan «valores devaluados de convivencia» y «climas de crispación y enfrentamiento».
El ministro de la Presidencia ha explicado que el Consejo va a tener responsabilidad sobre el contenido de los medios y gozará de capacidad interventora y sancionadora sobre los comportamientos audiovisuales que «violenten radicalmente los principios en los que se configura nuestra convivencia». O sea que han tomado el modelo de Venezuela para cerrar emisoras y así acallar las voces discordantes ante las próximas elecciones municipales.
Esto ya estaba metido dentro de la Ley Sinde que se tuvo que devolver al corral por la oposición de los internautas y ahora prueban con otro sistema. Ellos dicen que es para velar por el contenido de la programación de muchas televisiones que difunden «determinados personajes de escaso mérito como modelos sociales». ¿Será por Belén Esteban? A que no.
Pero, ¿no era a Zapatero al que le interesaba la crispación? Al menos eso le dijo a su amiguito Iñaki Gabilondo, ¿no era asi? Parece altamente improbable que el Gobierno incomode a sus terminales mediáticos habituales que son, por añadidura, los que con diferencia más telebasura emiten. Hablemos de Gran Hermano, La Noria o Sálvame, o las series donde se dicen tacos que se emiten exclusivamente por las cadenas amigas.
Por ello sólo cabe pensar que este “consejo” nace para acallar las crecientes críticas al Gobierno que se dan desde canales de TDT de nuevo cuño como Intereconomía, Veo7 y LDTV, que son las únicas que se atreven a relatar la catastrófica gestión del Gobierno de este país. Éste va a ser el nuevo artilugio en manos del Gobierno que se convertiría de este modo en una «ayuda» para que las televisiones dejen de programar aquello que incomoda al poder político. Un clásico de este Gobierno que, sabedor de que el país le ha dado ya la espalda, trata por todos los medios de atornillarse al poder cueste lo que cueste.
Este tema tiene sus bemoles, pues si bien el tema de la censura como tal implica un retroceso a nivel de libertades, si es cierto que hacen falta mucho criterio y buen juicio a la hora de diseñar una parrilla de programación. Programas tan lamentables como Sálvame, en los que no sólo se dicen tacos sino que se despelleja vivo al cristiano de turno, no tendrían que ser emitidos a las cinco de la tarde, hora en la que la mayoría de los críos ven la tele. Lo mismo va para telenovelas en las que hay fuertes escenas de sexo, o series de televisión en las que sexo y violencia conviven en horario infantil.
Al final, no se trata de censurar ni lo que se dice ni cómo se dice, sino cuándo se dice, y este tendría que ser el «deber ser» de una comisión estatal de medios audivisuales, regular los horarios en los cuáles se emiten: sexo, violencia, telebasura, musicales, telenovelas, documentales, etc.