¡Menudo caos mental tendrá el alumnado vasco cuando finalice la enseñanza primaria! He tenido ocasión de estudiar con detenimiento cuatro libros de primaria y tengo la sensación de no entender nada, por no decir que la falsedad se ha apoderado del contenido en algunos libros de texto. Lo mismo da que uno se detenga en mapas, en contenidos, en ejercicios, recapitulaciones o en reflexiones puntuales.
Parecen querer dar a entender que Euskal Herria es el ombligo del mundo, país con aspiraciones de independencia, surgido al margen del Estado español como consecuencia de la existencia de una raza superior. Sinceramente no sé si son libros de texto para mofarse de algo o un chiste de libros para niños en edad escolar, pero la realidad ahí está.
No hay duda que el nacionalismo ha encontrado el germen desde el que configurar un pensamiento, un sentimiento y una actitud. Una vez más, la escuela es utilizada para provecho propio y con clara inclinación política, económica y social. Así entendida la escuela, hemos de considerarla como una aberración social y una vergüenza con abuso de competencias.
Se suele decir que cuando la política entra en la escuela, la educación salta por la ventana. Y antes o después se paga esa mala conciencia. Mientras tanto, el Ministerio de Educación mira para otro lado, cobarde y aturdido ante la política mal enfocada que viene caracterizando estas dos últimas legislaturas del presidente Zapatero. Una política que se ve acompañada de la desidia de la Alta Inspección en el País Vasco, también sujeta a amenazas puntuales y al desprecio de la sociedad vasca.
Hace años, en 1985, si la memoria no me falla, se creó la Alta Inspección como órgano encargado de que las comunidades autónomas con competencias educativas (hoy las tienen todas) se ciñeran en su normativa al marco de referencia estatal. Pero ni en el País Vasco, ni en Cataluña ha dado resultado. Sí en el resto de comunidades autónomas donde, si exceptuamos pequeños roces, todas adaptan sus desarrollos normativos.
Es, precisamente, la Alta Inspección de cada comunidad, la encargada de frenar los usos y abusos tanto de contenidos inconstitucionales, como de falsedades y manipulaciones. Actualmente, la figura titular de la Alta Inspección en el País Vasco, así como el delegado del Gobierno, deberían explicar qué sucede en su jurisdicción. Pero no solo en educación, sino en otros temas de calado como la enseña nacional, la Policía, la Guardia Civil, las comunicaciones y la convivencia, por citar las más relevantes. No olvidemos que el Alto inspector depende de la figura del citado delegado. Ambos deberían dimitir, pero como la vergüenza es pasajera, al final pasarán a la Historia como meros incompetentes o paranoicos situacionales.
Todo el mundo tiene derecho a soñar, pero a algunas editoriales les han vendido la burra ‘coja, soltera y juerguista’. No vale decir que miran por sus intereses económicos solamente. Hasta algunos partidos políticos han llevado a cabo informes completos sobre el tema y la lectura de ellos constata que el único marco sociopolítico para el alumnado y el profesorado de esa comunidad es Euskal Herria. En pleno siglo XXI los nacionalismos siguen mirando hacia atrás, sin perspectiva de futuro y con el afán de encerrarse en su ámbito más próximo.
Revisando con detenimiento los libros de texto de esa parte del Estado español, en algún momento he tenido la sensación de estar leyendo “Las aventuras de Mortadelo y Filemón” o de haber aterrizado en un país desconocido que ha accedido a la categoría de Estado en fechas recientes. España no es un país, una nación o un Estado, según leo.
Haciendo “parapente doctrinal” nos encontramos en los libros de texto que en la Península Ibérica hay cinco pueblos culturales: Euskal Herria, Portugal, Galicia, Países Catalanes y Países Españoles. ¡Toma castaña! Han pasado del “parapente doctrinal” y patológico al absurdo más ridículo y enfermizo. ¡Además de hipocresía, destaca la torpeza y el interés, junto con otras valoraciones no mencionables, por respeto al lector!
Menos mal que tales atropellos solo se cometen en editoriales de matiz nacionalista. Hay que levantar una bandera por otras como Santillana, Anaya y Edebé, quienes sí saben escribir ESPAÑA en los libros de texto vascos y distinguen perfectamente entre Euskadi y Navarra. Lo que no sé es qué tipo de ventas y la cuantía de las mismas en una circunscripción donde todo lo que sueñe a España es enemigo, objeto de acoso y derribo y punto de mira para la destrucción y el escarnio. En el caso que nos ocupa, y preocupa, el pagano final será el alumnado y el responsable único el trasnochado nacionalismo excluyente.