Hace algunos años, en víspera de las últimas elecciones vascas, Otegi, Permach, Barrena, Olano, Aranzábal y muchos otros jugaban con la doble moral de ETA-Batasuna. Claro que, pensándolo bien, no era más que el típico engaño de alimañas resentidas. Recuerden la cuestión del asesino, De Juana Chaos: mientras se difundían las imágenes de un esquelético sinvergüenza en la cama del hospital Doce de Octubre, en el diario “Berria”, sucesor de “Egunkaria”, se podía ver otra foto muy distinta, donde De Juana aparecía en pie, con gesto chulesco hacia la cámara y con una camiseta reivindicativa en sus manos. La plataforma “Basta ya” aireó esa doble y ruin moral del entorno abertzale. Han pasado varios años y, salvando algunas diferencias, empezamos a contemplar un panorama muy parecido en lo que a doble moral se refiere, cuyo objetivo más cercano es conseguir representación abertzale en las próximas urnas.
No tengo ninguna duda respecto a que triunfará la ciudadanía de buena fe, frente al socialismo claudicante. La sensatez y el honor hay que defenderlos hasta el final y, sin duda, resplandecerá. Decía Mark Twain que “el hombre que tiene una idea será considerado un loco hasta que ésta haya imperado”. En eso se basa la rebelión cívica. Durante la tregua-trampa hubo compromisos no confesados y que el diario GARA va soltando con cuentagotas. Sería un error de bulto que el Gobierno estuviera preso de ETA y que, además fuera deudor de la banda. Si así fuera, la Justicia no debe permitirlo más tiempo o la ciudadanía deberá organizarse para asumir la responsabilidad que los políticos y las instituciones no saben asumir, despreciando el mandado que la ciudadanía les ha otorgado. También es cierto que, en palabras de Bertold Brecht: “Cuando la verdad sea demasiado débil para defenderse, tendrá que pasar al ataque”.