ETA miente con las falsas torturas de las cárceles.

Ya no hay duda que es una simple maniobra; se puede no confiar en el Gobierno español, como no confía este analista político, pero de ahí a afirmar que se tortura en los centros penitenciarios hay un trecho enorme, incluso yo diría que un trecho  insalvable. Una vez más el Gobierno de Rodríguez ha salvado la cara, como lo hicieron otros Gobiernos democráticos. Ahora es más fácil que antaño, gracias a la función de vigilancia (el llamado Mecanismo para la Prevención de la Tortura) encomendada a la Defensoría del Pueblo.

La puesta en marcha del citado Mecanismo, el 1 de enero de 2010, no solo abrió ciertas expectativas sino que ha demostrado su correcta utilidad, aunque no han faltado denuncias por parte del mundo abertzale tan alejado de la democracia y tan cercano a la represión y a la vulgaridad del pensamiento etarra, socialista e independentista. Tras la manipulación en que está inmersa la banda asesina, y la permanente desvirtuación de la realidad, ese Mecanismo se había convertido en una exigencia internacional, derivada de la ratificación por parte del Estado español del Protocolo contra la Tortura de la ONU en el año 2006.

A punto de finalizar el primer año de ejercicio de esta función supuestamente fiscalizadora, la Defensoría del Pueblo ha adoptado decenas de iniciativas para demostrar la irracionalidad y la falsedad de las denuncias de la banda etarra. Hoy Euskal Herria ha quedado en ridículo ante las falsas denuncias y el mantenimiento de los credos de ETA. Un ridículo que no ha soportado con elegancia y que, en muchos casos, ha llevado a denuncias entre el propio mundo abertzale para que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado pudieran llevar a cabo redadas en el bando opuesto, facilitando de esta forma el ascenso dentro de la banda de grupos opuestos y, por lo que hemos podido comprobar, irreconciliables.

En las últimas semanas, las denuncias procedentes de ese esperpéntico mundo de la irrealidad y de la irracionalidad se han quedado en agua de borrajas; máxime cuando las denuncias de etarras han referido “prácticas nuevas o desconocidas hace muchos años, como someter al cuerpo a contrastes brutales de temperatura, envolverlo en goma-espuma o rociarlo con un spray de efectos desconocidos”. Posiblemente, ni los más ignorantes y fanáticos del mundo abertzale y de sus aledaños se creen semejantes estupideces, labradas en la mente del perdedor que se siente acorralado.

Con tales actuaciones, ETA se convierte en el hazmerreír de la ciudadanía y a nosotros nos hace recordar a Obregón en el sentido de que no hay que temer al enemigo que ataca sino al amigo que adula, y ahí entra Arnaldo Otegi en escena. Recientemente, María Luisa Cava, Defensora del Pueblo en funciones, se ha planteado implicar a los trece defensores del pueblo autonómicos en esta materia. En esa implicación también se incluyen Iñigo Lamarca y Francisco Javier Enériz, que ejercen el equivalente en Gasteiz e Iruñea. No tiene dudas la actual ‘titular’ de la Procuraduría que “las visitas serían más fáciles si los comisionados autonómicos estuvieran dispuestos a colaborar”. Sea como fuere, una y otra vez saldrá a la luz la total y absoluta falta de torturas en las cárceles españolas y la inexistencia de presos políticos; concepto este último solo mencionado en boca de ETA, sus secuaces, mercenarios y satélites.

 

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