Tenemos que conseguir que el día 29 NO se note en el consumo ni en el tráfico ni en los colegios ni en la empresa y mucho menos en los servicios básicos. Hemos de conseguir que la normalidad impere en la sociedad y si, llegado el caso, los piquetes coactivos intentan molestar, será el momento de actuar con contundencia, rotundidad y mano dura contra ellos, pero dentro de la ley. Los propios sindicatos han amenazado a la población con la presencia de piquetes. Pues… encontrarán la horma de su zapato.
Antes o después hay que acabar con este tipo de gentuza que representan los sindicatos y con el daño que hacen a los trabajadores, al mundo laboral, a parados y jubilados. Incluso se quedan con un alto porcentaje de la gestión de jubilación de los trabajadores. ¿Y cuántos millones les aporta anualmente el FOGASA? Han convertido el sindicalismo en mafia vulgar y en cueva de Alí Babá; cada día aparecen más ladrones. Ah,…. lo que LA GACETA destapará el próximo domingo hará que se tambalee el Gobierno, el Sindicalismo Vertical unificado de ‘COCOs’ y ‘Osetes’, así como dos presidentes de comunidades autónomas.
Ni jóvenes ni jubilados deben salir a la calle para dar imagen de huelga ni alimentar la algarada que pretenden los sindicatos obreros del Sindicalismo Vertical y amarillento. Un sindicalismo que daña a los trabajadores y recibe millones para seguir manteniendo el actual Latrocinio sindical, antes conocido como Patrimonio de Abuso y Pernada (PAP).
Los abuelos deben seguir llevando a sus nietos al colegio y los jóvenes acudiendo al instituto, colegio o centro educativo correspondiente. Solo la mala fe, el afán de daño social y el odio que pretender extender los sindicatos marxistas y comunistas puede llevar a pedir a los abuelos que abandonen a sus nietos de mala manera y ‘puteen’ a sus hijos; es decir, que se enfrenten a sus hijos. La desvergüenza y el odio se han instalado en quienes decían defender “a los pobres del mundo y a los esclavos sin pan”.
Hoy, en pleno siglo XXI, ya nadie duda que los sindicatos de origen marxista y comunista son un lastre para el desarrollo de las sociedades y una rémora para la consolidación estable del mundo laboral; por eso España permanece estancada, mientras los países de nuestro entorno llevan tiempo creciendo alrededor del dos por ciento.