Le ha faltado tiempo a Mariano Rajoy –presidente que divide la opinión de la derecha cuartelera– para criticar la ausencia de Rodríguez Zapatero en Rodiezmo. No ha encontrado mejor imagen que recurrir a la ‘silla vacía’. Para ello se ha hartado de aventar la palabra “engaño”.
A estas alturas posiblemente nadie dude del permanente engaño del presidente del Gobierno, como no se duda de su torpeza en materias varias; ya sean de índole social, política o económica. Una prueba de ello es que siguen pendientes las promesas efectuadas en Rodiezmo de año en año. Hasta los propios sindicatos han tardado años en ‘caer del burro’, fruto de perfecto engaño. Bien es verdad que no les interesaba enterarse de lo que acontecía, porque puntualmente recibían ingresos y consentimiento en la ampliación del número de fraudulentos liberados.
Si bien es cierto que la ausencia de Rodríguez Zapatero es la “plasmación gráfica del engaño”, no es menos gráfico el engaño al que nos viene sometiendo Mariano Rajoy con sus reiteradas ausencias en Valencia, sus temerosos guiños a Camps y sus indecisiones respecto a Cascos y a Mayor Oreja. Pero toda la culpa no es de Mariano Rajoy. También tienen buena parte de ella sus colaboradores más cercanos. De todos es sabido que la satisfacción de un momento es la ruina del siguiente, como se reconoce que los que dejan errar al rey a sabiendas, merecen pena como traidores.
El mal ejemplo dado por Rodríguez Zapatero respecto a Rodiezmo es equivalente al mal ejemplo dado por Rajoy Brey respecto a Valencia. Tanto nos da que nos da lo mismo. Ya decía Gabriel Celaya que “la sociedad es falsa, la acción no conduce a nada y el porvenir no existe”. Con la pareja de bueyes que abanderan el partido del Gobierno y el principal partido de la oposición no creo que se are mucho más.