Por Francisco Javier Esteruelas.- A primera vista creo que la prohibición es una puñalada trapera asestada a España desde el nacionalismo catalán. Los toros son la fiesta nacional, enraizada en nuestra cultura por encima de que gusten o no. Son parte importante de la marca nacional. A Carod Rovira por mucho que haga auto-marketing abriendo oficinas catalanas por el mundo, en el extranjero no le conoce nadie, los toros sí y mucho y no hay por qué avergonzarse del casticismo que este conocimiento comporta.
Sería interminable hacer referencias a la presencia de la fiesta nacional en nuestra vida antes y ahora. Pero por hacer alguna yo me quedo con Goya (tauromaquia), Picasso (El toro del Guernica) y Hemingway (Fiesta), ¡casi nada¡ Y como manifestación más popular y desabrida los estimulantes para el ánimo pasodobles toreros. Y ¿por qué no? la estampa del político, actor o deportista de turno flanqueado por una espléndida hembra, celebridad a ser posible, como dicen ahora por aquello del “celebrity” en inglés, asistiendo al espectáculo desde la barrera.
La certeza que tiene todo el mundo es que el logro nacionalista de la prohibición es por aquello de cuanto más español sea algo con más fuerza debe ser rechazado. De ahí el jolgorio de los vencedores y el llanto de algunos vencidos tras la votación de la ley. Las consideraciones animalistas son una tapadera pues el separatismo nacionalista no tiene ninguna consideración con España cuando de lo que se trata es de la posibilidad de escindirse de ella.
Pero además es curioso, cuando al poco de ser aprobada la ley prohibitiva de los toros el PP anunció su intención de promover una ley en que se declarase a las corridas de toros de interés nacional (eso se hace antes de la aprobación catalana, mi querido PP), para así evitar el efecto llamada que la ley catalana puede tener en el resto del país e incluso tratar de impugnarla, fue su intención criticada por los sectores independentistas. Pues bien dado el fortísimo arraigo, por encima de todo nacionalismo, que en determinadas zonas de Cataluña tienen determinadas manifestaciones taurinas como el toro embolado, el toro ensogado o la suelta de toros bravos, el Presidente de CiU Artur Más ha manifestado en una carta dirigida a algún ganadero interesado por la continuidad o no de estos festejos, que hará lo posible por aprobar cuanto antes una proposición de ley para blindar la continuidad de estos actos.
Estamos incrementando nuestra comprensión hacia el reino animal y eso en principio, siempre que las cosas no se saquen de quicio, es positivo. Sin embargo y en el punto concreto del sufrimiento, que estamos tratando. No ocurre lo mismo con los seres humanos cuando estos son concebidos y no nacidos.
A estos se les puede matar con total impunidad. Además se incurre en la repugnante discriminación de que para votar el aborto hay disciplina de voto sin embargo para abolir los toros es libre. Parece que en estos tiempos el animal es antes que la persona. Un perro de raza peligrosa mata o hiere gravemente a una persona y la reacción es: Al perro ni tocarlo, la responsabilidad es del dueño.
Finalmente tampoco a éste le pasa gran cosa. El ejemplo es real no es una suposición.
Recuerdo que hace algunos meses cuando en el Parlament se estaba discutiendo la ley, desde la tribuna de oradores un parlamentario nacionalista mostró el estoque usado por los toreros cuando entran a matar al toro. A la vista del mismo y con gran detalle, el parlamentario explicaba la gran crueldad que este hecho supone.
¿Por qué no se exponen también las herramientas de trabajo que acompañan a la realización del aborto? El aspirador si el embarazo es de doce semanas, que succiona el al bebe del útero materno, expulsándolo al exterior y el triturador para embarazos de hasta veinte semanas que despedaza al bebe en el seno materno para posteriormente sacar al exterior sus restos.
* FUENTE: Aragón Liberal