Zapatero con el fin de solucionar la peligrosa situación actual de la economía española, convocó al resto de partidos a un «gran pacto» y para ello presentó un documento con 54 medidas contra la crisis que no tenían mayor enjundia que el guión inicial con el que se iniciaron las conversaciones, y que, desde luego, no aborda una sola de las reformas estructurales que pide a gritos nuestra economía causando desconcierto al resto de los partidos politicos que esperaban medidas para atajar la sandria del paro creciente que ya llega al 19%.
Primero fue el Partido Popular quien denunció la falta de medidas estructurales necesarias para un futuro relanzamiento de la economía más maltrecha de la Comunidad Europea, luego el representante de CiU, Duran i Lleida, el que describió de forma más acertada esas reuniones en el Palacio de Zurbano como una «coartada para ganar tiempo» y poco a poco las reticencias de los demás partidos han dado practicamente la puntilla a un «pacto» que no será tal sino una foto de un simple «Acuerdo sobre la nada», para disimular la falta de apoyo y seguir ganando (o más bien perdiendo) el tiempo para que no tenga que ser el Partido Socialista quien tome unas medidas imprescindibles e impopulares.
Mientras el Gobierno sigue derrochando tiempo en estas maniobras propagandísticas, lo que sigue creciendo, de manera muy justificada, es la preocupación de los españoles por el paro, tal y como muestra el último sondeo del CIS. Precisamente, la ausencia del ministro de Trabajo en la comisión negociadora del Gobierno y, sobre todo, la ausencia de reforma alguna de nuestro rígido mercado laboral en el documento de marras, es una de las características más vergonzosas de este pretendido consenso.
Cuando un partido no tiene mayoría suficiente para gobernar resulta forzoso llegar a algún tipo de transacción o acuerdo con alguna formación de la oposición que permita al Ejecutivo sacar adelante la mayor parte de su proyecto, sino más bien de disimular la ausencia del mismo y, sobre todo, blindarse de la crítica haciendo a la oposición corresponsable de la acción del Ejecutivo. Parece algo grotesco que intente vender ante la opinión pública unos acuerdos sobre cuestiones intrascendentes que responsabilizarían a quien los firmara de todo el desastre socialista. Lo deseable sería en este momento la convocatoria de elecciones que dotara al nuevo poder ejecutivo de la fuerza moral necesaria para abordar tan graves cuestiones.
Actualmente este Gobierno es un cadáver político que depende únicamente de las ocurrencias cada vez más peligrosas de su líder, agobiado y menospreciado cada vez dentro y fuera de nuestras fronteras ante la inminencia del fin.