Pérez Rubalcaba, don Alfredo, no soportaba que alguien de los sindicatos de enseñanza le pusiera ante sus propias contradicciones y, mucho menos, ante sus propias mentiras.
Le hervía la sangre cada vez que le pillaban los sindicatos sectoriales docentes en un renuncio. Era algo así como ponerle banderillas negras. Evidentemente los sindicatos de clase le “bailaban el agua” como ahora, ejemplificando una vez más el desprecio a los trabajadores, a quienes decían representar.
Pasó el tiempo y siguió siendo él mismo. Con el GAL volvió a mostrar su perfil más chulesco y altanero. Lo negó todo. No había nada que le implicara, según él.
Pero a medio plazo cayó en sus propias contradicciones y mentiras. El fin ya lo conocen: el Gobierno SÍ intervino en el GAL, lo planificó, secuestró y se ‘amarranó’ revolcándose en las cloacas del poder. Y es que quien juega con cal viva se quema, ya lo creo que se quema, como fueron quemados Lasa y Zabala.