Curiosamente coinciden en la señora ministra varios aspectos que en nada le ayudan a mejorar: su complejo mal administrado, su “desastre balbuciente”, su mal empleado mecanismo de compensación y su afán de dar pena al llamar “machista” a Rajoy. Tal vez Salgado ha aprendido la actitud machista de sus compañeros de filas, cuando se dirigen a Cospedal con variados adjetivos negativos donde cabe todo, menos “bonita”.
A medida que avanzaba en su discurso se le veía completamente perdida, hasta el punto que los espectadores sentíamos vergüenza ajena, al igual que sentían lo mismo sus compañeros de bancada, como después ha transcendido por la ministra de Defensa. Se le notaba una total falta de formación económica, a lo que acompañaba una cara desencajada, un complejo incontrolado y un permanente balbuceo, propio de quien no sabe lo que dirá a continuación de lo que está diciendo.
Precisamente por eso ha llamado más la atención al acusar a Rajoy de «machista«. Y también por eso se le considera una ministra adocenada y sinvergüenza; ha querido abusar de Rajoy y se ha quedado con las piernas abiertas y a lo loco. Y Mariano seguía en su particular descojono, mostrando a la ministra que era abanderada de la nada y del desprecio de las clases medias.