A veces lee uno noticias que le sorprenden. Y en los últimos meses las más llamativas son aquellas que tienen que ver con la tan manoseada crisis. Demasiada gente empieza a creer que eso de la crisis es un anuncio publicitario, pues mientras el Gobierno gana tiempo para ‘barrer’ las arcas del Estado, en los países de nuestro entorno hace meses que empezaron a sacar la cabeza.
Dicen que la crisis aprieta y que más del 70% de la ciudadanía afectada por el presunto paro aceptaría cualquier trabajo. Tal afirmación queda en mera estadística, porque es imposible que sea verdad. Ni aceptaría cualquier trabajo ni aceptaría cambiar de ciudad o de comunidad con tal de trabajar. Nos toman el pelo, igual que nos lo tomó el actual presidente del Gobierno en la negociación con ETA, durante todo el período de la tregua-trampa o como nos lo sigue tomando con la guerra de Afganistán.
Hace unas semanas pudimos escuchar en una cafetería cómo un parado se mofaba del Gobierno de Zapatero y ‘bendecía’ la ayuda que recibía mensualmente del paro; una ayuda que, según él, le permitía cultivar sus pequeños vicios y vociferar que “en dos años no quiero ni oír hablar de trabajo: es que ni pronunciar esa palabra. Que trabajen los desgraciados que tienen empleo fijo y nos mantengan a todos. Con mi sueldo de parado me río de los curritos. Y no pienso trabajar mientras tenga cobertura económica” (sic). Como lo leen. Cada cual que piense lo que le plazca.
Apenas unos días después comprobábamos cómo una joven, de no más de treinta años, mandaba “a tomar por el c…” a un empresario que le ofrecía mil cuatrocientos euros mensuales por un puesto de trabajo en una empresa de jardinería. “…¡y dice el tío bobo que me contrata por mil cuatrocientos euros! Anda que le zurza su chulo. Más que eso me pagan en el paro por levantarme a las once de la mañana y por no dar ni un palo al agua. Por menos de dos mil euros no arrimo el hombro ni agacho la cerviz. ¡Que trabajen los funcionarios, si quieren!”. Como se nota, que la crisis parece ser una bendición para algunos.
Son dos claros ejemplos de lo que sucede con un sector de los parados. Quienes así hablan y actúan nos hacen pensar que estamos pagando a futuros malos trabajadores y peores ciudadanos; capaces de pedir solidaridad cuando les afecta a ellos; pero la niegan si la película es de otros. Lo importante no es lo que se come, decía Epícteto, sino cómo se come.
Sin duda va siendo el momento de replantearse la estructura del INEM y posiblemente la existencia del mismo, además de otros organismos dedicados a prolongar el paro y las ayudas a parados, en vez de crear empleo. Lo idóneo es enseñar a pescar y no dar el pez pescado.
Lo que ahora sucede con el paro no es normal, ni ético ni formal. Ni siquiera moral. Y puestos a plantearnos reformas, que nadie olvide lo importante que es reflexionar también sobre la existencia de los sindicatos de clase, verdadera rémora para la economía, principal traba para el desarrollo empresarial en el país, así como factor clave que impide el despegue laboral de esta España cada vez más esquilmada por los más ingratos para la convivencia y los egoístas de la solidaridad.
Todo nace del deficiente sistema educativo y la nula cultura del esfuerzo, antes tan valorado. Un país de subsidiados nos iguala a todos (socialismo) pero por abajo. No es más que estalinismo bolivariano o peronismo.
Sin formación, cultura, principios, esfuerzo y dedicación no seremos nunca nada. Pena de país.