Durante el Gobierno del PNV, los ‘borrokas’ campaban a sus anchas, sin que nadie les dijera nada sobre las barbaridades que cometían a diario, excepto algunos medios de comunicación comprometidos contra el terrorismo y los políticos del Partido Popular, que eran en ese momento quienes más sufrían el acoso de ETA y de su entorno.
Los terroristas y los defensores del mundo abertzale dibujaban, un día sí y otro también, dianas con la cara de algunos políticos vascos, tanto del PSOE como el PP; pero fundamentalmente de estos últimos. Y no solo eso, sino que se reían a la cara de las víctimas, a quienes humillaban, despreciándolas y vejándolas. Todo eso iba acompañado de la vista gorda, la aquiescencia y las lágrimas de cocodrilo del Partido Nacionalista Vasco, Eusko Alkartasuna y el único representante comunista que seguía perdido y apoltronado en el Gobierno vasco. A ese silencio acompañado de consentimiento había que unir las constantes bravuconadas de Arzallus y demás secuaces proclives a la banda asesina.